Los resultados municipales a la luz de las primarias

El día en que se realizaron las elecciones primarias no pocos analistas vieron este suceso como un “no acontecimiento”, algo así como un hecho que cabía consignar pero que carecía de relevancia. Tal vez favorecía ésta displicente reacción el que parte importante de las 93 comunas en las que se realizaron primarias se ubicaban en regiones. Tal tono siguió imperando tras conocerse los resultados, los que han sido evaluados como de una baja participación.

Y, sin embargo, este ha sido un proceso importante, porque es lo suficientemente amplio como para entreabrir el velo de lo que serán las elecciones municipales. Eso sin contar con que elecciones primarias (aunque convencionales) ya han sido realizadas por los partidos de la Nueva Mayoría con anterioridad, y se trataba de verificar, en la práctica, si el hecho de que sean ahora comicios legales, supervigilados y vinculantes, producía algún cambio en cuanto a participación ciudadana.

Lo que ha estado en juego en esta ocasión son tres aspectos. Primero, despejar la duda de si las coaliciones se diferencian en cuanto a la convocatoria que cada cual consigue en un mismo día y bajo condiciones similares. En segundo lugar, importa saber si los partidos involucrados mantienen sus pesos relativos o, alternativamente, si se verifican cambios bruscos en la votación que obtienen. Por último, cabría preguntarse si los candidatos ganadores tienen características comunes que los distingan del tipo de liderazgos que han sido seleccionados con anterioridad.

En el fondo, el domingo 19 de junio tuvimos una especie de encuesta en urna de la capacidad de competir que tienen coaliciones, partidos y líderes locales. ¿Y qué pasó?, ¿qué sucedió en las primeras elecciones donde el financiamiento conseguido influyó muy poco, porque poco es lo que se gasta y poco era lo que se tenía?

Resulta un error de perspectiva comparar la participación en primarias con el padrón de quienes podrían votar. La razón es sencilla, en democracia los padrones no votan, los que deciden son los que participan y lo que se cuentan son votos no ausencias. Mucho más importante es establecer quienes se movilizan en mayor medida por sus candidatos, porque son los que deciden. Mucho más interesante es identificar las diferencias entre los que participan.

Se pude sostener que la participación promedio en las primarias fue más baja en aquellos lugares donde la competencia parecía estar definida antes de concurrir a las urnas, o donde los candidatos no fueron vistos como competitivos, pensando en la votación de octubre. Por cierto, en las comunas que antes habían realizado primarias convencionales, salvo en muy pocas excepciones, la participación aumentó en forma significativa.

La gran duda que se tenía respecto de las elecciones municipales que se avecinan, no es si votarán menos personas que la vez anterior (casi sin duda será así). La incertidumbre radicaba en si la coalición de centroizquierda resultaría o no más severamente castigada por sus electores, que en el caso de su contraparte de derecha. Pues bien, ya sabemos que no hay grandes diferencias en la votación conseguida por los conglomerados y, si existe alguna diferencia, ésta es a favor de la Nueva Mayoría. Es más, en los pocos lugares donde se dieron primarias simultáneas, la proporción de votantes del bloque de centroizquierda fue del orden de 60% versus 40%, en contra de la derecha.

En segundo lugar, importa consignar que, pese a todo lo vivido, los partidos mantienen los pesos relativos que les conocíamos con anterioridad, tanto en la Nueva Mayoría como en la derecha. En un caso, el PDC y el PS volvieron a encabezar las preferencias en el bloqueo oficialista, y la UDI hizo otro tanto en el bloque opositor.

En cuanto a los ganadores queda mucho para la reflexión. No es fácil identificar un padrón común entre ellos. Se han elegido figuras consagradas (Helia Molina del PPD en Ñuñoa), jóvenes promesa de recambio (Claudio Castro del PDC en Renca), concejales en ejercicio que ahora postulan a alcalde (Angélica Cid del PS en Estación Central).

La sorpresa se concentró en Valparaíso, donde concurrió a sufragar un número inusitadamente alto de personas, para este tipo de actos. El interés puede atribuirse al candidato que resultó triunfador, Leopoldo López (DJ Méndez). Aquí sí se presenta una doble novedad.

Por una parte, se puede afirmar que López sólo podía ser electo por medio de primarias, difícilmente en una negociación política. Se confirmó así como un procedimiento apto para acoger cambios en la promoción de liderazgos. Por otra parte, el ganador tuvo un discurso fuertemente cuestionador de la política y los políticos, sin hacer muchas diferencias. Queda comprobado que una opción más rupturista puede ganar una primaria.

Se abren, pues, incógnitas importantes, ¿se puede ganar la elección abierta?, ¿cómo se expresará este triunfo en la gestión? A la pregunta inicial hay que responder que sí, la respuesta a la segunda interrogante está por verse.

En otro ámbito, los más torpes lamentan que se hayan gastado recursos en este ejercicio democrático. Después de todo lo que ha pasado en los últimos dos años, este debiera ser el último argumento a emplear. La democracia cuesta, y cuando no sabemos la fuente de los recursos y cómo se gastan, es cuando más lo terminamos por lamentar.

Ahora los ciudadanos están en condiciones de exigir una mejor calidad de la acción política, y no corren el riesgo de que el poder del dinero les escamotee la capacidad de elegir libremente y en conciencia. El que quiera democracia y la quiere gratis, no entiende en qué consiste el ejercicio de la libertad.

En la más completa tranquilidad, sin incidentes que lamentar, en perfecto orden, sin cuestionamientos de los resultados, el país ha instalado un procedimiento básico y necesario, al tiempo que ha ganado un procedimiento institucional que ha dilucidado situaciones complejas. En el futuro, la experiencia, la mayor sintonía con los electores, la superación de un ambiente generalizado de descrédito de lo público, nos llevarán a una participación más amplia.

Es posible que la campaña municipal sea enfrentada por los partidos y los candidatos de manera diametralmente distinta que hace cuatro años. En esa oportunidad, contando con una candidata presidencial indiscutida y con amplio respaldo entre los votantes, su imagen fue omnipresente a lo largo del país en cada cartel de campaña de los aspirantes a alcaldes y concejales. Sin la imagen de Bachelet los candidatos se sentían como huérfanos.

Ahora los candidatos de la Nueva Mayoría se sostendrán en campaña sobre sus propios pies. Serán los aspirantes presidenciales los que buscarán aparecer con los líderes locales, porque serán los más favorecidos con tener influencia y presencia en las comunas.

En un momento de incertidumbre y de cuestionamiento de la política en general y de sus más conocidos actores, no serán directamente las grandes apuestas de conglomerados lo que se destacará visiblemente en esta campaña sino la capacidad de los líderes cercanos, conocidos y reconocidos, por resolver los problemas concretos de sus respectivas comunidades.

Se ha señalado con razón que el epicentro de la campaña pasará de los carteles de vía pública al contacto directo del candidato con el elector. Habrá que acostumbrarse a analizar cada campaña circunscrita en sí misma. Puesto que triunfar en las elecciones municipales no será garantía o sinónimo de ganar los comicios que siguen. Las campañas se han desacoplado y, tal como dice Pepe Auth: “esta será la primera elección municipal desde 2004, que no será una señal de lo que va a ocurrir en la presidencial”.

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