Ricos y pobres

El argumento falaz que personeros de la derecha han dado para justificar su postura que la educación no sea gratuita, es un atentado a la inteligencia y en muy pocos países podría ser esgrimido sin ponerse rojo de vergüenza.

Este consiste en decir que esta medida no sería “justa”, ya que según este sofisma, ello significaría que los pobres con sus impuestos estarían pagando la educación de los sectores más ricos.

Como la educación sería para todos gratuita, los que pueden pagar, no lo harían, lo que de acuerdo a esta explicación, sería “injusto”.

El argumento es hipócrita porque en primer lugar no se ve por qué no se aplicaría también a la situación actual.

Como se sabe, la mayoría de los ricos educan a sus hijos en colegios particulares.

Muchos de ellos son también subvencionados, lo que significa que se financian en parte con los impuestos que pagan todos los chilenos, y entre ellos, también los más pobres.

Si esgrimen este argumento para oponerse a la educación gratuita, ¿Por qué no lo esgrimen también para oponerse a la educación particular subvencionada?

Lo que ocurre es que se busca esconder con él la injusticia actual, que impide que los pobres tengan educación gratuita de buena calidad, pero además, ocultar la diferencia ideológica de fondo existente entre quienes piensan la educación como un negocio y quienes la piensan como un derecho.

En la lógica puramente economicista, el que los ricos paguen y obtengan una excelente educación aparece como una situación “justa”, pues ellos obtienen su formación pagando el precio que ésta tiene, es decir, uno que hoy día no está al alcance de los pobres y que tampoco el Estado está pagando por ellos.

De ello se concluye, que para equilibrar la situación entre ricos y pobres frente a la educación, la única verdadera posibilidad sería que, a través de subsidios, el Estado se hiciese cargo de lo que los pobres no pueden pagar.

De ese modo la diferencia odiosa entre ricos y pobres quedaría superada. Habría por lo tanto una igualdad ante la educación que en este caso se plantearía en términos de un igual acceso a pagar el precio real de una educación de calidad.

Pero la verdadera igualdad no es la obtenida por compensaciones que se hacen o no se hacen. Y esto tiene que ver, como decimos, con la decisión de si la educación es una mercancía que se compra o un derecho ciudadano.

En el primer caso, debería ser pagada por quien la consume, como cualquier otra mercancía, generando los desequilibrios existentes hoy día en Chile. Pero en el segundo debería ser una responsabilidad del Estado, esto es, un deber que este asume frente a todos sus ciudadanos.

Si la educación es un derecho, quiere decir que para el Estado, en cuanto a la educación, no puede haber diferencia entre ricos y pobres.

La educación forma parte de los derechos que posee un ciudadano en la medida en que pertenece a la comunidad.

La educación es un aspecto del ejercicio de la igualdad ciudadana y es la base de la pertenencia del individuo a la República.

Es a través de la educación que cada individuo afirma su inclusión dentro del colectivo nacional, y por eso es el Estado y ninguna otra institución, el que puede asegurar que este lazo fundamental de la vida democrática se consolide en cada cual.

Cuando se afirma que los ricos debieran pagar su educación para justificar que los pobres también lo hagan (“Nada es gratis en la vida”), se confunden las cosas: es muy diferente el derecho que los ricos puedan tener de educarse en colegios privados que correspondan a sus ideologías y creencias, al derecho que, independientemente de sus ingresos, todo ciudadano de la República debiera tener a recibir una educación de buena calidad.

Cuando los ricos deciden educarse en colegios privados, renuncian a un derecho que poseen, con el objeto de educarse de una cierta manera que no es la que el Estado les asegura.

Pero en el segundo caso, todos los ciudadanos son iguales y da lo mismo que sean ricos o pobres, como da lo mismo que sean hombres o mujeres, rubios o morenos, heterosexuales u homosexuales, indígenas o de origen europeo.

Los que piden educación gratuita están pensando en todos los chilenos, los que esgrimen este argumento hipócrita al que hemos aludido no saben pensar en términos ciudadanos, esto es, a partir de la igualdad que todos tenemos frente a nuestra nación y desde la igualdad de trato que debe tener el Estado frente a cada uno de nosotros.

Solo son capaces de pensar en términos económicos de ricos y pobres, porque su pensamiento principal busca siempre mantener las diferencias, afirmar el statu quo, consolidar los privilegios.

Esto es lo que queda transparentado en quienes dan estas razones que, lejos de significar una preocupación por los pobres, esconde la única preocupación que parecen tener, que no les vayan a poner demasiadas trabas para hacer sus negocios y que no les restrinjan la posibilidad de hacer lo que les plazca, y si es posible, además, con la ayuda del Estado.

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