No es necesario mirar las encuestas o los noticieros para darse cuenta de que hoy no es el momento de una nueva convención constitucional. Afirmar lo anterior no significa negarse a los cambios constitucionales que Chile necesita. El problema es que Chile está enfermo y, como todo enfermo, necesita urgentemente primero enfrentar dolencias que nos afectan y se profundizan cada día más.
A un país convaleciente no se le puede pedir energía para hacer cambios institucionales de fondo si no somos capaces de levantarnos, caminar y volver a la normalidad. Enfrentamos graves problemas. Los chilenos están sufriendo todos los días por una criminalidad desbordada. Dejaron de salir a la calle por temor a ser víctimas de la delincuencia, pero eso no sirvió de nada: ahora los delincuentes están ingresando a los dormitorios a asaltar a familias desamparadas. Nadie en el espectro político sabe cómo solucionar la delincuencia desbordada, la migración descontrolada, las pensiones desfondadas y el desempleo en aumento. El gobierno gira sobre su eje, no sabe qué hacer y ahora el Presidente Boric habla de respaldar a Carabineros, cuando su sector lleva años pidiendo refundar la institución. El Presidente sabe que una nueva Constitución no va a resolver la criminalidad desbordada, que es la prioridad de los chilenos hoy.
Hay que ser claros: ni este gobierno, ni tampoco la derecha hoy tienen una solución para estos grandes problemas. Aquí está el desafío. Quienes en la derecha creen que algunos de izquierda quieren congelar una nueva convención para esperar un peor momento se equivocan y promueven cambios sin saber cuáles y de qué profundidad. Los motiva un temor totalmente injustificado. Como resultado, estamos entrampados discutiendo si un nuevo órgano debe estar integrado por 155, 80 o 40 personas: ni para eso existe un consenso. En vez de observar al país enfermo y proponer soluciones a la crisis de seguridad, migratoria y a la inflación, algunos proponen trasplante de corazón y otros tratamientos totalmente invasivos con una nueva Constitución. Es decir, seguimos distraídos buscando protagonismos sin atender los verdaderos problemas de los chilenos.
Chile está en un momento tan difícil, tan enfermo, que no podemos hacer cirugías invasivas, necesitamos un paso previo, gradual. Necesitamos dejar que las instituciones funcionen. Que el Congreso Nacional haga la pega y presente una propuesta, que se implemente una comisión de expertos que también pueda proponer y que el gobierno en su rol colegislador también proponga, pero sin perder de vista que su tarea principal hoy es otra. Con ello a la vista, un órgano a definir sin prisa, pero sin pausa, y con mucha reflexión podrá avanzar en un texto definitivo que se someterá a un plebiscito final. Es tiempo de la prudencia y no más improvisación, ni búsqueda de protagonismos.
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