Una reforma equilibrada

Jorge Pizarro

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La Reforma Laboral está entrando en se etapa decisiva luego de haber escuchado a todos los actores involucrados en este importante tema para la vida económica del país, y luego de haber negociado intensamente cada una de las aristas de la iniciativa. Ciertamente, no todos podrán estar contentos, no se le habrá dado en el gusto a cada sector, pero lo que no se puede decir es que no hubo diálogo y negociación.

Tenemos en el Congreso una Reforma Laboral que cumple con todos los objetivos centrales que planteamos al país en el programa de gobierno. Ninguno de los temas que prometimos, quedó sin ser abordado en este cambio a la legislación laboral; tal vez unos querían más, otros querían mucho menos, pero lo que se ha avanzado es enorme respecto de la actual configuración de las relaciones entre empleados y empleadores.

El proyecto fortalece la organización sindical, genera más capacidad de negociación entre la empresa y las organizaciones sindicales, consagra la huelga como instrumento efectivo de presión sin reemplazo y, en suma, se ha consensuado una reforma que propende a una relación equilibrada, más allá de aquellos puntos en donde hay diferencias que no dejaron contentos a todos. Pero los consensos deben ser necesarios, porque de lo contrario las posiciones se vuelven trincheras y avanzar se tornaría imposible.

Y en eso quiero ser bien explícito: la palabra clave es consenso. Del lado de las organizaciones de trabajadores y de algunas voces de la Nueva mayoría, se dice que acá hay un reemplazo de huelga encubierto. Nada más falso y equivocado. Hemos dejado una puerta para que en situaciones especiales un trabajador pueda cumplir una función no habitual dentro de su empresa, al producirse una huelga en áreas que son vitales para la pervivencia de la empresa.

Esto se ha caricaturizado como un reemplazo; los grandes conglomerados económicos no quieren esta norma porque la ven como prohibición del reemplazo y del otro lado insisten en que es reemplazo de todos modos. Lo cierto es que alguien tiene que ceder un poco y permitir que las empresas –en especial las más pequeñas- tengan opción de sobrevivir a un periodo económico complejo, aún si enfrentan una huelga.

Se buscó es un equilibrio entre las partes, porque lo que hoy tenemos son niveles altísimos de desconfianza entre los trabajadores y la empresa. Esa desconfianza con la que se dan las relaciones laborales, pueden poner en riesgo la fuente laboral de todos, de empleadores y empleados, y eso es un lujo que en estos momentos no podemos darnos.

Confiamos en que en el largo plazo, la sociedad valore este proyecto y estos cambios.Hay temas de gran trascendencia, como la titularidad sindical que es de total dominio del sindicato. Antes era el patrón el que decidía quién accede a los beneficios de la negociación colectiva y ahora va ser resorte sólo del sindicato. Esto va a obligar que la gente se sindicalice, lo que para algunos es un claro atentado a la libertad de asociación; pero como dije antes, alguien tiene que ceder.

Lo relevante es que hemos hecho esfuerzos para dar equilibrio, responsabilidad y garantías para que las empresas, grandes, medianas, pequeñas y micro, puedan enfrentar de manera moderna las relaciones laborales y sus proyectos de desarrollo.

La regla en economía no es el crecimiento a destajo; constantemente vemos que la globalización nos muestra lo feble que es el desempeño de los países y las economías, y eso nos obliga a generar mejores legislaciones para dar justicia y equidad en las relaciones entre las personas, las empresas y el Estado.

Dejemos que esta reforma se asiente, opere y muestre sus potencialidades. Si a futuro hay que hacer correcciones, se harán. Para eso es la política, para llegar a consensos que ayuden a las grandes mayorías y no a grupos específicos de presión, por muy legítimos que sean.