Una sanción política adecuada

La acusación constitucional contra Andrés Chadwick está siendo llevada con el tono adecuado a una situación particularmente grave. El uso de la retórica no ha predominado por sobre la argumentación. El ambiente es sereno, aunque de emoción contenida. Por eso, lo que suceda hoy tendrá un fuerte impacto. 

Lo que se está desarrollando es un juicio político. No es un tribunal de justicia el que decide, sino el Senado de la República. Desde luego, lo que está en juego no es evaluar la honorabilidad personal o la intención de causar daño. El juicio no se establece a este nivel. 

Lo que se debe evaluar es algo difícil de discernir. Consiste en ponderar si Chadwick hizo todo lo que estaba en su poder para cumplir con las funciones que la Constitución le asigna, en una coyuntura particularmente compleja. 

Por eso se puede argumentar que hay méritos para votar favorablemente la acusación contra el ex ministro del Interior. ¿Cómo podría ocurrir que el país pasara por la mayor y más extensa convulsión social, el gobierno se viera superado, y eso no tuviera nada que ver con la actuación del jefe de gabinete? 

Chadwick ha dijo que jamás ha sido responsable de una "omisión deliberada" que afectara los derechos humanos de una persona. Y eso puede ser perfectamente cierto. Pero su responsabilidad no estriba en ordenar una acción directa contra los derechos de las personas. El problema es distinto. 

La responsabilidad ha consistido, precisamente, en no ordenar nada que permitiera tomar el control de la situación. Si la policía actuó por su cuenta, hiriendo con secuelas permanentes a cientos de personas, igual hay un responsable político de que tal cosa llegara a suceder, el ministro del Interior. 

No cumplió con su deber ni antes previniendo, ni teniendo el control de las fuerzas del Estado durante los acontecimientos, ni después impidiendo que se repitan. 

Sería ridículo pensar que pedirle esto a cualquier persona era fácil. Por el contrario. Pero el caso es que es exigible de la función desempeñada y no se cumplió. Si en circunstancias de la mayor gravedad esa responsabilidad incumplida no amerita una sanción ¿entonces cuándo?, ¿entonces a quién? 

Porque si no es Chadwick, algún otro lo ameritará. ¿Alguien desea que se escale? ¿Alguien cree que se puede abogar por volver a la normalidad sin que se empiece por aplicar las normas de la normalidad a las propias autoridades? 

Es cierto que el responsable no es solo Chadwick. Pero sancionar a todos, en especial a autoridades en funciones, trae otros males, lo que en nada ayuda a superar la crisis. Pero de no sancionar a todos, no se puede pasar a no sancionar a ninguno. 

Por eso la declaración de culpabilidad en este caso no paree ni desproporcionado, ni errado, ni injusto. No puede ser que el país esté esforzándose por sancionar todo tipo de conductas reprochables, legislando al respecto y se olvide de hacer efectiva las sanciones políticas que la institucionalidad permite aplicar.

Hacer efectiva una sanción apropiada sea la medida más prudente que se pierda ejercer pensando en el bien común.

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