¿No nos da vergüenza?

Cuando en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el sueldo de los ejecutivos más altos es 32 veces más que el de los trabajadores, en tanto que en Chile es más de 100.

Cuando las ISAPRES, AFP y Bancos de nuestro país tienen ganancias anuales desproporcionadas para nuestra realidad.

Cuando nuestro gasto público promedio en salud y educación, en relación al PIB, sigue siendo uno de los más bajos de la región.

Cuando nuestro gasto de bolsillo en salud, en relación a la capacidad de pago, es más de 150% más alto en el 5% de los hogares más pobres que en el 5% de los hogares más ricos.

Cuando aproximadamente el 80% del producto nacional está asociado con no más de 15 grupos económicos.

Cuando el 10% más rico de Chile se lleva más del 40% del ingreso nacional y el 10% más pobre el 1,2%.

Cuando el gasto público de países “altamente competitivos” alcanza a un 45%, mientras en nuestro caso sólo llega en torno al 25% (siendo superados en el caso de América Latina por países tales como Ecuador, Costa Rica, Brasil, Bolivia, Cuba, Argentina y Nicaragua).

Cuando Chile es uno de los países del mundo (cuando no el que más) con mayor número de tratados de libre comercio, que lo hacen estar vinculado a más del 85% de la población mundial.

Cuando Chile se encuentra en el puesto 119 en la lista de países por igualdad de ingreso, lo que equivale a decir que nos ubicamos entre los 15 países con peor distribución del ingreso en el mundo.

Cuando aproximadamente un 20% de los jóvenes entre 20 y 24 años aún no terminan la educción secundaria, con todos los efectos que ello tiene para el acceso al mercado laboral y la correspondiente posibilidad de movilidad social.

Cuando el total de la recaudación tributaria chilena el año 2011 alcanza sólo al 15% del PIB, mientras en los países de la OCDE está por sobre el 35%.

Cuando los impuestos en los países de la OCDE reducen la desigualdad (entre antes y después de impuestos) en torno al 30% y en Chile lo hacen en un 4%.

Cuando el PIB del país entre los años 2001 al 2011 crece en un 260% y sin embargo a la altura del 2010 el ingreso mensual promedio de los hogares más pobres alcanza a $169.700 mensual, en tanto que en el decil de más altos ingresos el promedio mensual llega a 1 millón 976 mil pesos por hogar.

Cuando más del 70% de los trabajos asalariados no están protegidos y sus ingresos mensuales no superan los $300.000.

Cuando a lo largo de nuestro territorio, en circunstancias de bajas temperaturas, aún siguen muriendo personas.

En fin, cuando estas y muchas otras paradojales cifras se dan en nuestro país: ¿No parece un despropósito, un fariseísmo economicista y casi una pirquenería, el estar discutiendo y poniendo todo tipo de obstáculos a un salario mínimo de $200.000?

A muchos nos da vergüenza, pero pareciera que en nuestro país han aumentado los sin – vergüenzas.

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