Decadencia de Occidente
Occidente se ha visto sometido a un deterioro moral, ético, político institucional y económico que, probablemente, no tiene retorno. Las ideologías perversas de género y del cambio climático causado por mano humana han llevado a cabo la destrucción del bienestar de muchos países, en particular de las familias. Asimismo, Occidente ha sembrado una semilla de implosión social caracterizada en gran medida por la pauperización social de sus habitantes. Por ejemplo, la población estadounidense víctima de la pobreza creciente y de la droga, así como la europea sujeta a la inmigración ilegal masiva normalizada.
La llegada de Donald Trump refleja los últimos estertores de una política imperialista desesperada, ejemplificada en los anuncios por apropiarse de Groenlandia, anexar Canadá, recuperar influencia en el Canal de Panamá, cambiar el nombre al Golfo de México como instrumento de apropiación ideológica y con ello ejercer soberanía política.
Una de las últimas cartas del imperialismo estadounidense se ven reflejadas en la desesperada maniobra por llegar a un acuerdo con Rusia para mitigar daños a partir de la toma de consciencia del poderío nuclear ruso. Junto con eso, el eventual intento de apropiarse de la Franja de Gaza y de un futuro ataque a Irán serían la última acción del ocaso imperial que podría comprometer su propia existencia tal como la conocemos ahora.
El caso de la Unión Europea podría ser aún más vergonzoso y dramático, imponiendo de modo creciente un régimen totalitario opresivo sobre la soberanía de las naciones sometidas a la unión. El caso de Rumania es el más terrible ejemplo de represión política contra un pueblo, negándole su propio derecho a elegir.
En consecuencia, Occidente, entendido por el mundo anglosajón y la Unión Europea, como leones viejos y heridos se tornan más peligrosos, pero cuyas fuerzas se debilitan mediante pudrición interna que carcome sus sociedades como metástasis ante le cual ya no hay remedio humano.
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