Mi paso por el Senado

Ha concluido mi período de ocho años como senador de la República de Chile. Arribo al momento del término de mi mandato agradecido de quienes me eligieron, de los funcionarios que con irrestricto profesionalismo despliegan sus labores en la corporación, del apoyo de mis colegas de la Concertación que me eligieron como Presidente de tan distinguida institución republicana, de todos quienes me colaboraron a que ejerciera dicha responsabilidad a la altura del cargo, de mi esposa que siempre me ha acompañado, de mi hija de la que sólo he recibido comprensión y del Partido Socialista, que para mí es como un padre subyacente que guía mis pasos.

Nada es eterno y lo que vale es hacer la labor de cada cual con la dignidad necesaria.Así me empeñé en hacerlo. Por eso, suscribí e impulsé más de cien proyectos de ley.

Propuse el “Plan Chiloé”, a mediados del 2006, en medio del desconcierto que se generó por la postergación de la construcción del puente que uniera la provincia chilota con el continente; por ello me esforcé en conformar instancias de formación y capacitación de los dirigentes sindicales de la región de Los Lagos, especialmente de Chiloé, para enfrentar las duras condiciones laborales y obtener una mejor distribución de la riqueza creada por su incesante esfuerzo.

Del mismo modo, respaldé las justas movilizaciones del sector público por su carrera funcionaria y contra las persecuciones sectarias de la autoridad.

En la lucha contra la desigualdad que aflige al país, estuve permanentemente del lado de la pesca artesanal para evitar su extinción, los abusos del sector industrial y la privatización de nuestras aguas y mares.

Con ese mismo propósito luché por la calidad de la salud pública, impulsando y concretando el financiamiento, bajo el gobierno de Michelle Bachelet, del hospital regional en Puerto Montt y, de acuerdo con esa orientación de lucha contra la desigualdad, trabajé año a año la discusión del presupuesto para mantener y/o aumentar los recursos de la Corporación Nacional para el Desarrollo Indígena, Conadi, de modo especial para resolver las demandas de tierras del pueblo huilliche, en particular de la comunidad de Compu, en la comuna de Quellón.

Así mismo, logré que la entonces ministra de Vivienda, Patricia Poblete, elevara sustancialmente el monto de los subsidios para los hogares que requerían una vivienda social digna y capaz de resistir el clima de la región.

Luché por la conectividad hacia la provincia de Palena, de modo especial, con la comuna de Chaitén, con la cual se avanzó con más decisión, luego de la erupción volcánica, para vencer el aislamiento histórico que ahoga su desarrollo.

Impulsé el subsidio escolar para el transporte marítimo de Chiloé, el mejoramiento del transporte colectivo con la aplicación directa del mismo subsidio que se aplica para el Transantiago y, en medio de la crisis de la industria del salmón, promoví y se materializaron mil subsidios para trabajadoras desplazadas por la contracción que se generó en ese sector.

Así también, promoví una ley para resolver el problema ya muy antiguo de la carencia de títulos de dominio por parte de las familias y emprendedores de los palafitos en Castro y otros lugares, que los requieren para el despliegue de la industria turística.Esa tarea quedó pendiente.

Sin embargo, como es evidente, la actividad de un senador no puede reducirse a sus límites regionales, aunque algunos demagógicamente exageran su acción clientelística con diversas demandas de grupos locales.

La tarea democrática del Senado es, por esencia, de carácter, alcance y naturaleza nacional. En tal sentido, me jugué los cuatro años del gobierno de Michelle Bachelet porque esa primera experiencia de una mujer en la Presidencia, en la Jefatura del Estado, alcanzara las metas y los objetivos que en el país se esperaban. Eso se logró plenamente.

Tanto es así, que luego de este período presidencial de la derecha, nuevamente se le entregó por la ciudadanía el mandato para dirigir el país.

Hoy es fácil subirse al carro de la victoria, porque en Chile se reconoce la extensa tarea de protección social que en su período se llevó a cabo. Pero en el curso de esa etapa, a muchos actores no les resultaba tan claro lo que estaba pasando.

Surgieron los llamados “díscolos”, que se empeñaron en hacerle la vida difícil a la Presidenta en su primer mandato. En mi caso, las dudas nunca me asaltaron y me mantuve firme en mi posición de respaldar a la Presidenta Bachelet y su gobierno, contra viento y marea.El tiempo dio su veredicto respecto de quién tuvo la razón.

En mi período de senador, mantuve una especial preocupación por la construcción de una memoria histórica sana, capaz de reivindicar el legado de las víctimas que sufrieron la violación de sus derechos humanos, bajo el régimen dictatorial, que entregaron lo mejor de sí por la conquista de la libertad y la democracia para Chile.

Esa perspectiva de justicia y paz, de reparación y reencuentro, representa una voluntad de entendimiento y construcción democrática enteramente distante del odio, la descalificación visceral de personas o instituciones y del enceguecimiento que alimenta represalias insensatas o irracionales.

Me esforcé en la promoción de un proyecto de ley, que el Senado aprobó en general, para que la prohibición del uso de las llamadas “sociedades espejo” cerrara la puerta al principal instrumento de lucro ilícito e ilegítimo en la educación superior.

Así, también participé de la iniciativa “Amor de Papá”, que establece la responsabilidad compartida de los hijos de la pareja en caso de divorcio o separación; del proyecto de identidad de género; presidí la Comisión de la Reforma Previsional el año 2007 y rechacé la nefasta Ley de Pesca, entre otras tantas iniciativas legislativas.

Luego de que ganara la derecha y se instalara Sebastián Piñera en La Moneda, se creó-en las filas de aquellos que estando en el gobierno pasaban a la oposición- una situación de acentuada perplejidad, de fuerte tensión y desconcierto, de temor a tener que actuar sin el respaldo del gobierno de turno que había pasado a manos de la derecha.

Muchos quisieron tirar todo por la ventana, una actitud equívoca de “arrancar para adelante”, en que primaba un espíritu de desunión y de ánimos de atomización.La tarea fue hacerse cargo de esa nociva y confusa conducta, que no tenía objetivos claros ni servía para asumir la realidad de la derecha de vuelta al control total del poder.

En su confusión, tales actores conocidos en la jerga mediática como el “discolaje”, se pasaban de una extrema y radical oposición a un entreguismo sin pena ni gloria. Se confundían los conceptos y valores con los procedimientos. En fin, una situación nada fácil y sin claridad estratégica.

Frente a ello dije “Basta”, en una columna de opinión que causó impacto, en la que señalé que se dejara de tirar todo por la borda, en especial el esfuerzo democratizador realizado en Chile desde la campaña del NO en adelante.

El desánimo fue derrotado por las potentes movilizaciones sociales que, encabezadas por el estudiantado, solicitaron no sólo al gobierno sino que al sistema político en su conjunto, una educación pública, gratuita y de calidad, como parte de un programa más amplio de transformaciones que se hicieran cargo de la injusticia y la desigualdad social.

Como suele ocurrir con estos procesos sociales de gran envergadura, muchos que estaban agotados pensando que no se podía hacer nada, reemergieron requiriendo hacerlo todo, repitiendo con otro lenguaje el gravísimo error de quienes piensan que la historia comienza cuando ellos entran en escena.

Fui elegido Presidente del Senado, realizando una labor que diera completa garantía a mis pares, del correcto uso de tan decisiva investidura. Al mismo tiempo, promoví un amplísimo diálogo, transversal, acerca del flagelo de la desigualdad que afecta a Chile.

Foros, seminarios y el trabajo de la Biblioteca del Congreso Nacional, con el título de “Retrato de la desigualdad” fueron testimonio material de esa tarea fructífera, que se expresó, incluso, en los programas de diversas candidaturas presidenciales y parlamentarias presentadas en el curso del segundo semestre del 2013.

Tengo el orgullo de ser el primer militante socialista que asumiera tal responsabilidad, con posterioridad a la que ella fuera ejercida por el Presidente Salvador Allende y el primero que se hiciera cargo de la misma luego del restablecimiento de la democracia.

Defendí sin complejos la tarea realizada y me expuse a las descalificaciones del canibalismo político, pero no me rendí ni me sometí a la confusión y tuve siempre la perspectiva de mantener la unidad entre la izquierda y el centro, como acuerdo político central que permitiera levantar y cohesionar una mayoría nacional capaz de derrotar a la derecha.

Así ocurrió y creo, sin falsa modestia, que tampoco me equivoqué en actuar con esa orientación, respaldando en todo momento el esfuerzo realizado por el Partido Socialista con ese propósito.

Con la realización de las elecciones municipales, a fines del 2012, se derrotó la arremetida populista, de promesas fáciles y de abusos de poder con fines mediáticos, ejercida por la administración piñerista. Se pudo comprobar que se cerraba un ciclo político. La derecha no iba a mantenerse en el gobierno de la nación.

El camino para un nuevo mandato de Michelle Bachelet quedó abierto con el efecto político generado por ese resultado electoral. La larga campaña del año 2013 así lo confirmó.

Para mí, de lo alcanzado en esta etapa, lo más importante es que la lucha contra la desigualdad puede hacerse ahora, contando con la iniciativa social respaldada por un nuevo gobierno que goza de una clara mayoría para emprender reformas que son necesarias para el país.

Consolidar la paz social en Chile significa una profunda renovación institucional y un esfuerzo concreto y a fondo para superar la desigualdad.

Aunque el resultado en mi postulación senatorial me fue desfavorable, mi esfuerzo fue fructífero porque es parte del enorme avance democrático que se abrirá paso con la instalación del nuevo gobierno y su programa de reformas.

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