La equidad de género en la ciencia es un pilar fundamental para el desarrollo sostenible y el aprovechamiento pleno del potencial humano. A pesar de los esfuerzos globales, las cifras son alarmantes: las mujeres constituyen sólo el 12% de las academias científicas y un escaso 22% en áreas como la Inteligencia Artificial.
Chile enfrenta una realidad similar, con brechas que llegan a los 35 puntos porcentuales en la adjudicación de proyectos Fondecyt y una notable diferencia de 64 puntos en ingeniería. Estos números no son meras estadísticas, son el reflejo de un talento femenino subutilizado. Más allá del discurso, esto no ha cambiado.
La iniciativa "Más Mujeres Científicas", lanzada por el Ministerio de Educación en diciembre del año pasado y que ha logrado la adhesión de 39 universidades, ofreciendo 2.358 vacantes en 410 programas de estudio STEM, marca un paso en la dirección adecuada, revelando un compromiso institucional con el cambio. Sin embargo, es una medida aún insuficiente ante la magnitud del desafío que enfrentamos.
El "Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia" debe ser más que una conmemoración; sino un llamado a la reflexión y acción. Es hora de convertir el reconocimiento en políticas que promuevan una participación equitativa y justa, que aseguren financiamiento, oportunidades de desarrollo y un sistema que promueva la retención y ascenso de las mujeres en la ciencia.
Es hora de actuar. La pregunta no es si podemos permitirnos este cambio, sino si podemos permitirnos ignorarlo. La equidad no es solo una cuestión de justicia, sino una estrategia esencial para el avance humano.
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