La llegada del Año Nuevo es un momento mágico, marcado por tradiciones que unen a las familias en una celebración memorable. Desde las cenas familiares hasta los fuegos artificiales, donde el cielo y el mar se iluminan en perfecta sincronía, cada rincón del planeta encuentra su manera única de dar la bienvenida al nuevo año. Sin embargo, en un mundo que busca alternativas más sostenibles y seguras, la nanotecnología emerge como una solución innovadora que podría transformar también estas celebraciones.
Este año, solo cuatro comunas, en tres regiones diferentes de Chile, tienen confirmados los fuegos artificiales que combinan colores y sonidos para recibir el Año Nuevo 2025: Valparaíso, Viña del Mar, Caldera y Pucón. Estos espectáculos de ruido y colores, sin embargo, tienen un costo ambiental y de seguridad que invita a reflexionar sobre el uso de alternativas más modernas. La nanotecnología, por ejemplo, ofrece una posibilidad fascinante para mejorar los fuegos artificiales tradicionales y reducir su impacto ambiental.
Actualmente, los fuegos artificiales dependen de partículas metálicas en el rango de los micrómetros (del grosor de un cabello humano) para generar sus característicos destellos de color. Si estas partículas fueran del tamaño de los nanómetros (del tamaño de un puñado de átomos), podríamos tener reacciones químicas más rápidas y una reducción significativa en la cantidad de material utilizado. Por ejemplo, estudios recientes han demostrado que el uso de nanopartículas puede amplificar el sonido y la intensidad de los colores, al mismo tiempo que disminuye la emisión de gases contaminantes. Es importante destacar que esta tecnología debe manejarse con extrema precaución, asegurando un manejo seguro y eficiente de estas partículas. Aquí me gustaría destacar la reciente acreditación del Laboratorio de Nanobioensayos de Cedenna, ubicado en la Universidad de Santiago de Chile, que obtuvo la certificación NCh-ISO/IEC 17025:2017 otorgada por el Instituto Nacional de Normalización, que permite al centro ofrecer el único ensayo certificado en Chile para evaluar la toxicidad de nanomateriales, cumpliendo con los estándares internacionales definidos por la OECD, lo que consolida su posición como líder en nanoseguridad a nivel nacional e internacional.
Los drones y las nuevas tecnologías en los cielos chilenos
Mientras la tecnología avanza, los espectáculos de drones ya están siendo tendencia como alternativas sostenibles. En 2020, por ejemplo, miles de drones iluminaron el cielo de Shanghái, creando figuras animadas asombrosas. Imaginemos un futuro donde la bahía de Valparaíso sea el escenario de un espectáculo similar, donde drones diseñados con inteligencia artificial y luces LED sincronizadas reemplacen los fuegos artificiales tradicionales, ofreciendo una experiencia visual igualmente impactante, pero sin ruido ni contaminación. En Chile, cada vez más ciudades están optando por celebraciones sin fuegos artificiales, ya sea organizando fiestas bailables o, incluso, proyecciones de luces y drones como lo realizará Limache, ciudad que busca generar un espectáculo respetuoso con las neurodivergencias y las mascotas de las y los vecinos.
Imaginemos un futuro donde las celebraciones de Año Nuevo rompan todas las fronteras, incluso las de nuestra atmósfera. En 100 años más, cuando el reloj marque los últimos segundos del año que nos deja, miles de cohetes serán lanzados hacia el cielo. Estos cohetes, propulsados por motores iónicos que funcionan con electricidad en lugar de combustibles fósiles, viajan silenciosa y eficientemente más allá de la atmósfera terrestre, ofreciendo un espectáculo global como nunca antes.
En lugar de limitarse a la tropósfera, estos cohetes pueden avanzar hasta regiones de la estratósfera, o incluso más allá, donde pueden desplegar efectos lumínicos visibles desde cualquier punto del planeta. Las partículas lumínicas liberadas por estos cohetes crean patrones brillantes y dinámicos que iluminan el cielo nocturno con colores y formas sorprendentes. Desde Santiago hasta Madrid, desde Nueva York hasta Sídney, las personas estarán conectadas bajo un mismo espectáculo celestial, disfrutando de una coreografía que trasciende las barreras geográficas y culturales, venciendo de esta forma las barreras imaginarias que definen los países.
Pero el futuro no se detiene ahí. En 200 años más, la nanotecnología podría llevar esta experiencia a un nivel completamente nuevo. Los cohetes se volverían obsoletos y serían reemplazados por millones de nanopartículas liberadas por nanobots ubicados en la atmósfera superior. Estas diminutas partículas, controladas con precisión, podrían formar figuras dinámicas y patrones vibrantes que cambiarían en tiempo real, así como lo hacen las auroras australes, ofreciendo un espectáculo único e interactivo.
La verdadera magia, en este futuro prometedor, radicaría en la posibilidad de que un niño o niña, con solo apuntar hacia el cielo, pudiese influir en los movimientos y las formaciones de las nanopartículas. ¿Se imaginan el espectáculo que sería que cada una y uno de nosotros pudiésemos dibujar en el cielo? Estas tecnologías no solo harían que las celebraciones fuesen sostenibles, sino que permitirían unir a la humanidad bajo un cielo lleno de luz, creatividad y esperanza.
Este 31 de diciembre, mientras estemos brindando con una copa de champagne la llegada del Año Nuevo, reflexionemos sobre cómo la ciencia y la tecnología pueden enriquecer nuestras tradiciones sin sacrificar el medio ambiente. Ya sea con los deslumbrantes fuegos artificiales mejorados por nanotecnología o los espectáculos de drones iluminando nuestros cielos, el futuro de las celebraciones de Año Nuevo promete ser tan brillante como sostenible.
¡Feliz Año Nuevo!
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