Carlos Lorca Tobar

Hace 40 años fueron detenidos, torturados  y hechos desaparecer por la DINA los militantes, colaboradores y miembros de la directiva clandestina del Partido Socialista de Chile.

Me refiero al diputado Carlos Lorca Tobar, Exequiel Ponce Vicencio, Ricardo Lagos Salinas, Mireya Rodríguez Díaz, Carolina Wiff Sepúlveda, Michelle Peña Herreros, Sara Donoso Palacios y Rosa Solís Poveda.

Es justo representar en Carlos Lorca o Sebastián como era su nombre político, a este valeroso grupo de hombres y mujeres que asumieron la pesada tarea de mantener vivas las estructuras del Partido Socialista tras el golpe de Estado, que trabajaron arriesgándolo todo con total lealtad a la causa que abrazaron.

Lorca ingresó a la juventud socialista en 1965. En 1968 fue elegido presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile convirtiéndose en un actor relevante de la Reforma Universitaria, ocupando el cargo de Secretario General de la FECH en 1969. En aquellos días conoció y trabó amistad con quien nunca ha dejado de reconocerlo como su mentor: la presidenta Michelle Bachelet.

En 1972 fue electo Secretario General de la juventud socialista y en 1973 diputado por Valdivia, jugando un papel destacadísimo junto a Gladys Marín, Secretaria General de la juventud comunista, en la defensa del gobierno de la Unidad Popular y posteriormente en los primeros años de la resistencia a la dictadura.

De hecho, Sebastián, en 1974 fue uno de los autores del llamado Documento de marzo en el que la dirección en Chile del Partido Socialista proponía establecer una alianza con la Democracia Cristiana para terminar con la dictadura. Esta idea, en ese momento sorprendió a muchos pues las heridas dejadas por las batallas del período de la Unidad Popular aún estaban muy abiertas.

Sin embargo, es evidente que con el correr de los años y con la experiencia de violaciones de los derechos humanos esta tesis se haría carne en la mayoría de las fuerzas de izquierda, logrando así construir una sólida alianza de centro izquierda que se proyecta hasta nuestros días, 40 años después.

Se trata entonces no sólo de actores valientes y consecuentes, sino también lúcidos políticamente. No por nada, Carlos Lorca, con apenas 30 años de edad, se convirtió en uno de los líderes más relevantes del socialismo chileno.

En el contexto actual, también es relevante la figura de Lorca como político dotado de sencillez y humanidad, de valores profundos y convicciones firmes, entregado en cuerpo y alma al servicio público.

Su figura se emparenta con la de los actuales dirigentes estudiantiles que ingresaron desde la lucha universitaria a la Cámara de Diputados. Es un ejemplo digno para las nuevas generaciones, pero duro de imitar.

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