En un escenario donde se destaca cada vez más la importancia y la urgencia de la transformación de los sistemas agroalimentarios hacia unos más sostenibles, resilientes, inclusivos y saludables, surge el concepto de "costos ocultos", analizado ampliamente en el reciente informe de la FAO "El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2024".
Estos "costos ocultos" refieren al conjunto total de costos y beneficios asociados a la producción, distribución y consumo de alimentos, incluyendo aquellos derivados de hábitos alimenticios poco saludables, enfermedades no transmisibles y costos ambientales.
Según el estudio de la FAO, los "costos ocultos" en los sistemas agroalimentarios mundiales ascienden a cerca de 10 billones de dólares al año. Aunque una parte de esta cifra se asocia con la degradación ambiental y las desigualdades sociales, es alarmante que 70% de estos costos provengan de patrones alimentarios poco saludables de la población y las repercusiones a la salud asociadas a cardiopatías, enfermedades cardiovasculares y diabetes.
En Chile, los "costos ocultos" suman más de 22 mil millones de dólares anuales, lo que representa más del 7% del PIB nacional. Los principales factores de riesgo vinculados a estas enfermedades son un bajo consumo de cereales integrales, frutas y verduras, y un consumo elevado de sodio, equivalente a 64% de dichos costos.
El informe destaca el caso de Chile como país líder de políticas públicas que refuerzan entornos alimentarios saludables, como es la ley de Etiquetado y Publicidad de los Alimentos, para orientar el comportamiento de los consumidores, y los resultados de estudios asociados que demuestran que dichas políticas conducen a una disminución de las compras de productos con alto contenido de calorías, azúcar, sodio y grasas saturadas. Además, se reconocen las nuevas Guías Alimentarias, la Estrategia Nacional de Soberanía para la Seguridad Alimentaria, así como la Estrategia para Detener la Aceleración del Sobrepeso y Obesidad en la Niñez y Adolescencia.
Sin embargo, los desafíos persisten y no podemos frenar el paso para avanzar en la seguridad alimentaria de toda la población. El panorama nutricional evidencia la necesidad imperiosa de diseñar e implementar más y mejores políticas que fomenten el acceso a dietas saludables y sostenibles, contribuyendo a garantizar el goce del derecho humano a la alimentación adecuada.
Ignorar los costos sanitarios y ambientales para la toma de decisiones de políticas transformadoras con visión de sistemas agroalimentarios y estrategias específicas para cada contexto territorial, podría tener consecuencias devastadoras para el futuro del planeta y la sociedad. Por ello, es necesario seguir innovando en investigación, recopilación de datos y desarrollo de capacidades para entender mejor dichos costos.
En este sentido, es clave conocer y mejorar las prácticas productivas, el consumo nacional de alimentos de forma periódica y analizar los precios de los alimentos saludables y no saludables, entre otros factores. Esta información ayudará a avanzar en políticas y leyes que permitan fortalecer el sistema agroalimentario nacional, contribuyendo a mejorar los hábitos alimentarios de la población, mediante la creación de entornos alimentarios más saludables, al mismo tiempo que se reducen los impactos ambientales.
Para lograr cambios, es esencial no solo transformar e institucionalizar la gobernanza de los sistemas agroalimentarios para garantizar su sostenibilidad y responsabilidad a largo plazo, sino que también es fundamental el compromiso de todos los actores de la cadena alimentaria, como es la industria, los consumidores, la sociedad civil y los gobiernos nacionales y locales.
El cambio no es opcional, es imprescindible y urgente. Desde la FAO, reiteramos nuestro compromiso de acompañar a Chile en el diseño e implementación de soluciones transformadoras que aseguren sistemas agroalimentarios sostenibles, resilientes y justos, construyendo un futuro más saludable y equitativo para todos y todas.
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