Hace unos días nuestro país celebraba eufóricamente el dictamen de la Corte Internacional de Justica de La Haya referente al referéndum con Bolivia que lucha incansablemente por una salida soberana al mar.
Sin embrago dentro de esa misma fecha y en el marco de la última Asamblea General de Naciones Unidas donde ocurrió la “payasesca” escena de la banderita que dio vuelta al mundo de un condescendiente Piñera enfrente de un desprestigiado Trump, agazapadamente La Moneda tomaba la decisión entre cuatro paredes de no suscribir el acuerdo de Escazú que apunta a generar un mecanismo de resolución de controversias medioambientales en Latinoamérica y El Caribe.
Este acuerdo medioambiental ya fue firmado por 14 países de América Latina y El Caribe, por lo que para Chile no ser parte de este acuerdo representa un retroceso y un debilitamiento de las relaciones internacionales en política exterior medioambiental.
Es relevante señalar que nuestro país no siempre ha actuado como el “niñito taimado” de los acuerdos internacionales en materia medioambiental.
Recordemos que en el año 2015 Chile fue considerado país clave en el Marco de Sendai impulsado por la ONU firmado en Japón donde 187 países se comprometían a tomar medidas para la reducción del riesgo de desastres hasta el año 2030, donde sin duda el calentamiento global se tomó la agenda, ya que ha sido el gran causante de los grandes desastres como prolongadas sequías, desbordes de ríos, derretimiento de glaciares, incendios forestales y contaminación del aire colocando en riesgo latente la seguridad de las personas, de la agroecología, la flora y fauna.
En este contexto del Marco de Sendai nuestro país actuó con total disposición y profesionalismo con la llamada Plataforma Nacional Para la Reducción de Riesgos de Desastres (PNRRD) que a través de la Onemi ha funcionado adecuadamente más allá de que hay muchos aspectos que se deben ir mejorando.
En consecuencia Chile no está en condiciones de asumir con soberbia e indiferencia los acuerdos que ayuden a potenciar no sólo las relaciones internacionales sino que la política medioambiental existente.
Es cosa de ver la brutal crisis medioambiental que están viviendo nuestros compatriotas de la zona de Quintero y Puchuncaví y otros lugares llamados de sacrificio donde la mezcla de prácticas deficitarias y desactualizadas sumado al conflicto de interés entre empresarios y la “faunus politicus” hace que seamos considerados el patio trasero de Latinoamérica y sigamos siendo país subdesarrollado con pensamiento tercermundista.
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