El teatrillo de las disculpas públicas, una mecánica que nos choca

Verónica Rabb
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En menos de una semana, dos noticieros de televisión han pedido disculpas públicas. Mega por emitir imágenes que no correspondían a la marcha feminista en Valparaíso y Canal 13 por usar imagen de Michelle Bachelet en gráfica sobre apagón en Venezuela.  

Lo anterior,  no tardó en generar la molestia de los televidentes, quienes denunciaron el hecho al Consejo Nacional de Televisión (CNTV). Tal enfado ciudadano resulta entendible si pensamos que no es primera vez que departamentos de prensa, en especial de televisión, crean realidad a través de la técnica de la manipulación. Ejemplos abundan.

Basta recordar el reportaje que acusaba un supuesto “adoctrinamiento” en el Liceo 1 o el tratamiento de la información en el asesinato de Camilo Catrillanca, haciéndolo pasar por un “enfrentamiento”, para pensar el periodismo como actor político y relacionador público del poder, ¿no les parece?

Sin embargo, si antes los medios de comunicación campaban a sus anchas para manipular sin que nadie pudiese darles réplica, hoy las redes sociales suelen tardar muy poco en detectar mentiras y en dejar a los medios desnudos ante el montaje. Luego viene lo que ya conocemos: el perdón.

Si bien algunos podrán agradecer la buena gana de los medios y en especial la de los informativos audiovisuales por pedir disculpas, lo cierto es que además de ser un método poco o nada ingenioso,  vale  la preguntarse, ¿son genuinos los mea culpa?

Si consideramos que periodistas y directores de prensa cada vez más nos ofrecen menos información afín a nuestros intereses; que hay una élite que los manda, que asegura los temas y determina cuánto espacio e importancia se les da, el panorama se vuelva complejo para los que consumimos noticias a diario.

Entonces ¿podemos confiar en el perdón? todo parece indicar que no. La sociedad y los que la habitamos nos ofende el recuento riguroso de la realidad como pieza de ficción y nos ofende aún más si ese perdón es vacío, simulado y utilizado como medida transitoria para dar vuelta la página.

La frecuencia de las disculpas públicas tanto de Mega como de Canal 13, nos choca. Nos indica que quien reclama perdón no sufre arrepentimiento alguno al hacer del periodismo una agencia de publicidad del gobierno de turno.

No atender a la ciudadanía, ha convertido a los medios televisivos en pedidores de perdón profesionales, dispuestos a disculparse de la forma más ceremonial posible, pero seguir siendo cómplices de la desinformación.

Así todo descargo público se vuelve estéril, nos recuerda que no compartimos los mismos valores y, por último, que están muy lejos de restablecer la relación de confianza si siguen comportándose igual.

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