Fidel Oyarzo

Pucha, qué lamento lo de Fidel; era un súper buen tipo, intenso, comprometido con los temas que había que comprometerse, convencido de sus convicciones aunque abierto al cambio. Trabajólico como los de casi toda esa generación, y le encantaba lo que hacía. Era un periodista de calle, le gustaba el reporteo como a nadie. Una vez al preguntarle porque aún no asumía labores de editor, y me respondió con un lacónico: “sería una lata”. El prefería los estreses de andar detrás de la cuña, de ingresar a los recintos vedados, de escabullirse en los pasillos de los palacios de gobierno.

Lo vi muchas veces un sábado en la noche en la Piedra Feliz donde chachareábamos... nos tomábamos unos tragos y resolvíamos los problemas del mundo. La gente se acercaba a saludarlo y él, siempre simpático, echaba una talla o lo invitaba a la mesa. Era querido. Efectivamente no había diferencias para él entre su vida de fin de semana y su día laboral, vivía conversando con gente y reporteando, incluso en el carrete... coincidimos muchas veces en el Congreso en almuerzos y cenas con parlamentarios, era discreto y dicharachero al mismo tiempo, con gran don de la ubicuidad.

Nuestro primer encuentro fue en la Cooperativa, yo como auditor de las noticias y él, como joven periodista de la radio; su voz y notas como las de José Miguel Alfaro, Manola Robles, Silvia Yermani, Eduardo Segovia, Jaime Moreno Laval, Sergio Campos, entre tantos otros, fueron emblemáticas en la lucha contra la dictadura, una generación dorada de la radiodifusión nacional, mismo espíritu y vocación que José Miguel y Fidel llevaron a TVN cuando el año 90 llegamos un grupo de jóvenes profesionales a cambiar, desde distintas áreas, la impronta de una televisión pública, a partir de entonces, al servicio de la ciudadanía.

Ahí, sin llegar a ser amigos, compartimos muchas jornadas de trabajo: días de elecciones, despachos, edición en nuestros estudios de Viña del Mar, corresponsalías, entrevistas, nos tomamos sus buenos cafés en mi oficina; él siempre con un pucho, salía nervioso al patio del canal a fumar.

Se veía más viejo que todos nosotros, ese peinado para atrás con gomina, canas tempranas, lentes gruesos… siempre bien vestido, sobrio y bien encorbatado, le daba prestigio a la profesión de reportero. Era amigo de todos, autoridades, políticos y parlamentarios, pero a la hora de sacarles cuña era duro, no se iba con chicas, además que era estudioso, sabía mucho, tenía opinión política, incluso quizás hasta militancia pero buscó siempre ser lo más objetivo posible. Tolerante a rabiar. Diría que es el prototipo cabal del periodista clásico, como esos que ya no hay.

No es exagerado decir que a esa generación el país le debe mucho, una generación de periodistas que desde los medios de comunicación en plena dictadura fueron valientes para defender la justicia y los DD.HH., y que en la transición (Uy! que parece lejano) colaboraron con el restablecimiento de una democracia en forma.

Fidel Oyarzo, un abrazo a la distancia.

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