El derecho a soñar

En nuestro libro “Los 100 que mandan en Chile”, Sergio Melnick y yo sosteníamos que los nacidos en el entorno del año 1972 podían ser considerados “la generación sacrificada”, en contraposición de los nacidos después del año 1995 que serían “la generación del futuro” o los anteriores que seríamos la “generación del pasado”. Porque si bien ellos conocen el pasado y algo alcanzaron a vivir, no son de allí ; y si bien vislumbran el futuro pues viven la anticipación tecnológica, saben que tampoco ese mundo es el suyo. Por eso se les habría concedido el don de vivir el presente como ninguna otra generación de la historia.

Sin embargo, en estos días he constatado que quizás esa generación haya asumido - o esté comenzando a asumir - un nuevo rol. Tres jóvenes candidatos presidenciales,  Felipe Kast, Alberto Mayol y Carolina Goic, han reivindicado el derecho a soñar. Con esas palabras.

Kast se alza desde la derecha política para soñar que es posible pensar en una sociedad distinta, donde las personas puedan vivir una vida mejor, donde la solidaridad acompañe al afán de enriquecimiento y la libertad sea posible pensarla para todos y no solo para los más ricos.

Propuso su sueño de una sociedad más inclusiva, preocupada por los más débiles, con una nueva mirada del Estado y obtuvo un 15% de la votación de la derecha dura en las primarias, pese a que los vaticinios le daban menos. Perdió, es verdad, pero puso temas sobre la mesa, lo que obligará a los sostenedores del capitalismo en sus versiones antiguas y nuevas a abrirse a discutir opciones y quizás esas propuestas sean parte integrante de la sociedad que se irá construyendo paulatinamente.

Mayol se situó en la izquierda de la izquierda y propuso sueños muchos de los cuales parecen inalcanzables. Pero su respuesta es la que muchos soñadores podemos dar. Si no hubiera soñadores, jamás habría habido viajes espaciales. Él ha mirado el futuro y propone una forma de relacionarnos desde la igualdad, buscando grandes soluciones a todos los problemas, convencido de que no existen los problemas sin solución.

Desde su tren, que me parece fascinante como propuesta, hasta una sociedad en la que se trabaje menos y mejor, pero se gane lo que se necesita para vivir, todo pasa por abrir espacios, en lo que nada será perfecto, pero todo podrá ser mejor.

Carolina Goic ha dicho que ella no está lanzada por el poder simplemente o para mantener cargos en el Estado. Ella ha reclamado el derecho de soñar con que es posible construir una sociedad basada en la persona y la comunidad, donde la justicia pese más que la igualdad, la colaboración más que la competencia, la creatividad más que la mera ambición.

Ella, con la DC detrás, está soñando con que es posible entenderse en la sociedad más allá de las rivalidades circunstanciales y buscar el bien común que resultaría ser la articulación armónica de los intereses y las necesidades. Es quizás el sueño de las tres místicas: la mística del trabajo, la mística de la solidaridad y la mística de la vida sencilla.

De los tres, solo Carolina Goic continúa en competencia. Su sueño está sobre la mesa electoral y los chilenos, hombres y mujeres de todas las edades, podrían ver a través de sus ojos algo más que el programa de los cuatro años por delante. Es la posibilidad de comenzar a abrir caminos que requerirán de mucho esfuerzo, de mucho rigor, de mucha seriedad y competencia técnica, pero por sobre todo el sueño que aquella sociedad en la que las personas puedan vivir en libertad, en justicia, en paz, en fraternidad, es posible.

Es el derecho de soñar que muchos reclamamos. El verdadero realismo no es detenerse a mirar lo que hay, sino sobre todo atreverse a diseñar lo que puede haber y trabajar por ello. Como en la fábula de los hermanos que canta Silvio Rodríguez, ninguno irá muy lejos en su afán de recorrer y fundar un mundo nuevo si intenta hacerlo solo. Debemos unirnos, entendernos, construir comunidad, porque Chile debe ser una comunidad de comunidades.

Es el derecho de soñar que esta mujer joven aún mantiene vigente, para su generación, para los más viejos que seguimos soñando y para los más jóvenes que serán los dueños del futuro. 

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