El "cardenal del pueblo" nos señaló para la posteridad que debemos cuidar y querer nuestro país, basado principalmente en "el orden para defender la libertad; la libertad para humanizar el orden: ambos en justa e indisoluble armonía".
"Todo chileno y chilena debe educarse y educar a respetar el derecho. El derecho es la justa ecuación entre la libertad y el orden". Orden y libertad que en estos tiempos aún no hemos podido plasmar en una sociedad chilena profundamente dividida.
Consecuente con su mensaje, más vigente que nunca, nos dejó como una herencia testamentaria ese escrito histórico: la homilía "El alma de Chile", donde refleja su amor y pasión por la patria que lo vio nacer, junto con su Iglesia Católica, a la que sirvió con fervor durante toda su trayectoria sacerdotal.
Al cumplirse 115 años de su natalicio, la Corporación Cardenal del Pueblo presentó una nueva edición de su valioso escrito en el Salón de Honor de la Casa Central de la Universidad de Chile, institución republicana que nos acogió generosamente. La Casa de Bello hizo efectivo su pluralismo democrático, haciendo honor a su tradición. Imprescindible hombre, cura de pueblo y obispo, quien se ganó el corazón de toda una nación en los tiempos aciagos que le tocó vivir y sufrir, por sus hermanos perseguidos. Sin duda dejó una huella imborrable de humanidad, esa virtud que tanto clamaba, la que se ha perdido dolorosamente en estos tiempos de cambios.
"Mi sueño de Chile" una confesión que nos llama a todos y todas a reflexionar: "Quiero que en mi patria desde que un ser humano es concebido en el vientre de una mujer, hasta que llega a la ancianidad sea respetado y valorado (..) de cualquier condición social, de cualquier pensamiento político, de cualquier credo religioso, todos merecen nuestro respeto".
Seguramente hemos escuchado en la actualidad frases como "la lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido", "que cada niño, niña y adolecente tenga una escuela donde estudiar", "que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud", "que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia".
Sufrió por los pobladores sin casa, insistió para que tuvieran una vivienda digna, donde la familia pueda reunirse a comer, a jugar y amarse entrañablemente.
Luchó incansablemente por la justicia social, exigía que en el país primara la solidaridad, llamaba reiteradamente a los que poseen riqueza, que deben ayudar y dar a los que nada tienen. No habrá paz alguna cuando la desigualdad sea la que reine, en medio de tanta pobreza e inequidad,
No por nada su lema cardenalicio fue "La caridad de Cristo nos urge", por ser fiel al evangelio, por defender a los sin voz, por exigir respeto a los derechos humanos, por transparentar el deber y el derecho, fue motejado, calumniado, incluso incomprendido hasta por sus pares obispos de su amada iglesia.
Imprescindible en estos momentos de tanta incertidumbre, donde los hermanos de un mismo suelo patrio, que deben defender con entusiasmo y fervor, hacen todo lo contrario, se miran con resquemor, a veces con odio, germinando una violencia inusitada, de dolorosas consecuencias en el pasado reciente.
Imprescindible porque su consejo habría marcado un rumbo de mayor unión y concordia, desterrando las divisiones que afectan el diario convivir, encontrando los argumentos que signifique un mejor futuro para la gente y con la gente,
Imprescindible porque a falta de verdaderos líderes, conductores del país, él sin duda hubiera marcado un rumbo distinto, convocando especialmente al tejido social, a las y los trabajadores, a políticos, empresarios, el mundo intelectual, artístico y cultural, para construir entre todos, un país de verdaderos hermanos.
Chile fue siempre su mayor interés. "Pido y ruego que la sociedad entera ponga su atención en las y los jóvenes, pero de un modo especial, ¡No abandonen a los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus virtudes antes que sus defectos, muéstrenles con sus testimonios un estilo de vivir entusiasmante!".Para seguir como ejemplo.
Conocedor de la moral y ética del cardenal es que el gran muralista Mario Toral no podía estar ausente. Donó toda su valiosa colección para ilustrar esta obra que quedará impregnada en el alma nacional. Un claro testimonio de caridad cristiana que tanta falta nos hace. ¡Raúl amigo el pueblo siempre estará contigo!
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