En Chile, casi el 16% de la población mayor de 15 años tiene sospecha de sufrir depresión, mientras que sólo el 6,2% ha sido diagnosticada, de acuerdo al ministerio de Salud. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud señala que más de 320 millones de personas sufren depresión en el mundo, cifrando en cerca de 850 mil a los compatriotas que la padecen y más de un millón con ansiedad.
Las cifras no son alentadoras. La misma OMS informa que parte importante del problema es que más de la mitad de las personas diagnosticadas no reciben los tratamientos indicados, ya sea por falta de recursos, escasez de personal capacitado y la estigmatización de los mismos, sin desestimar una evaluación clínica inexacta. Y aún cuando en nuestro país la depresión está cubierta por el Plan Auge, siendo una de las 10 patologías con mayores ingresos, el éxito para poder salir de ésta dependerá no sólo del acceso al tratamiento, sino que también de su cumplimiento terapéutico.
Los incumplimientos pueden ser por un uso errático, por abuso u omisión. En general, los tratamientos para este tipo de trastornos son de larga duración, y si bien no existen estadísticas al respecto, en la práctica hay pacientes más proclives a incumplirlos como los enfermos crónicos, ya que también deben consumir otros fármacos. Así, es frecuente que los pacientes se relajen, no cumplan con las dosis, el horario de tomas o dejen de tomar las dosis entregadas porque “ya se sienten mejor”.
En este sentido, es fundamental seguir las indicaciones que entrega el especialista para evitar importantes consecuencias. Una de ellas es para el sistema socio-laboral, ya que estos trastornos serían responsables del 26% de licencias médicas. Y, por supuesto, para la salud ya que este tipo de medicamentos podrían generar graves efectos secundarios o adversos.
Por cierto, y considerando las cifras actuales, es importante el llamado que la misma OMS ha hecho para promover una ley de salud mental en el país, que incorpore la prevención, tratamientos y acompañamientos, ya que por cada dólar que un país invierte en salud mental, se ahorran otros cuatro en trabajo (menos ausentismo y mayor productividad) y en salud (ahorro en costos de tratamientos).
Por último, es importante acompañar el tratamiento farmacológico con una terapia psicológica y sesiones periódicas con el médico tratante.
Este trabajo multidisciplinario y el apego a las indicaciones y posología por parte de los pacientes, serán claves en volver a tener esa energía, alegría y paz que se pierden cuando aparece la depresión, que tiene a nuestro país liderando la tasa de suicidios en niños y adolescentes a nivel mundial.
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