El fin del 2019 amerita reflexionar sobre lo ocurrido en la historia reciente. Lo primero es que no hay certezas y que el tiempo de cambios no ha acabado. Solo sabemos que, el 25 de octubre, más de un millón de chilenos y chilenas manifestamos pacíficamente y que en adelante, todo será distinto.
Es preciso aclarar que nada, nada, justifica las flagrantes violaciones a los derechos humanos acontecidas en los últimos dos meses. Solo rescato, y aquí entramos en el área de la cultura, que Chile tiene en muchos de sus ciudadanos e instituciones una sólida convicción del necesario respeto a los derechos fundamentales.
En esa creciente convicción, los artistas, gestores, corporaciones y autoridades de las culturas, hemos jugado un papel.
¿Cuántas obras de teatro, novelas, instalaciones, murales, muestras de artes visuales, composiciones música, han contribuido a forjar - paso a paso - dicha convicción que parece solidificarse inevitablemente en Chile?
¿Cuánto han contribuido la existencia de un Museo de la Memoria y el duro castigo ciudadano a sus negadores, las redes sociales, el INDH, los memoriales y lugares de Memoria a aquello?
En ese marco, podemos revisar lo acontecido en el largo e intenso tiempo reciente en este ámbito.
En lo favorable, la rápida recuperación de los recursos - 30% - que se pretendió recortar a cinco corporaciones, con la diligente presencia del parlamento y de un flamante ministro de Hacienda, que simplemente escuchó. Hay que decir también que el recorte contaba con muy poco entusiasmo por parte de las autoridades culturales.
Otro aspecto positivo es la clausura del impresentable proyecto de museo, luego sala, más tarde galería de la democracia, que era ampliamente pedida por el mundo de la cultura.
Queda la tarea de enfrentar participativamente, qué espera la sociedad chilena de su principal Museo Histórico Nacional. Por la prensa se advierte confusión en sus autoridades y un esfuerzo por reemplazar con sus febles recursos, el debate necesario en este contexto histórico.
Aunque no es novedad, queda y se refuerza, la pasión del mundo de la cultura por proteger espacios emblemáticos que, por vecindad a la llamada zona 0, han sufrido los embates de las batallas campales que enfrentan a Carabineros y manifestantes. Mención especial y toda nuestra solidaridad, merecen el Cine arte Alameda, el CEAC y el GAM.
Lo novedoso está en las protestas ciudadanas hacia las estatuas y sus hasta ahora inmóviles protagonistas. Muchas cabezas cortadas hablan del eventual derecho de pueblos a rechazar el símbolo de sus conquistadores. ¿Hasta qué punto es legítimo que ciudadanos mapuche rechacen figuras como Pedro de Valdivia o Cornelio Saavedra?
Es evidente que se instala una discusión sobre si es necesaria reparación o simplemente su modificación. El subsecretario del Patrimonio, Emilio de la Cerda, ha declarado,"creemos que los monumentos que están sometidos a ese nivel de conflicto tan alto, requieren una mirada más pausada y dialogante, porque los monumentos no pueden ser imposición de una visión hegemónica".
Agregando que "es una discusión que el mismo Consejo de Monumentos está sosteniendo, pero eso no es suficiente, o sea, esta discusión desbordó a monumentos nacionales como institución y hay que sumar a otros actores de la sociedad. Frente al estallido social y al fenómeno en curso, debemos tener esa voluntad de diálogo, que es lo que importa en este caso".
Oportuno cuando se discute una posible nueva ley del Patrimonio.
Dado que es una legislación que ha logrado avances,aún a nivel parlamentario, quizás convenga consolidar éstos en una ley corta y convocar a una convención ampliada sobre el patrimonio de la que surjan las líneas centrales, tal como las convenciones y varios encuentros masivos de los incumbentes que ampararon la creación, en 2003, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Una de las figuras legales más añoradas en tiempos recientes que nos sorprenden con un ministerio en proceso de instalación y débil impacto tanto en el gobierno como en la opinión pública.
Cuánto más podría haberse ganado si en lugar de una autoridad unipersonal, con un consejo asesor, estuviéramos en presencia de un Consejo con un Directorio participativo y acuerdos vinculantes, con atribuciones, por ejemplo, en la distribución de los recursos de los fondos concursables, como lo fue hasta el 28 de febrero de 2017.
Al menos se podría haber realizado la tan imprescindible Convención nacional y no se habría dejado al arbitrio de autoridades dependientes del ejecutivo la resolución de temas como la crisis que afecta al museo Histórico y que pasará el bochornoso incidente de su cierre con traslado de loco móvil incluido.
Por ello, en momentos en que la ciudadanía está haciendo historia, es imperioso que podamos tener una conversación amplia sobre sobre el museo de nuestra Historia que queremos.
Qué papel jugarán en el las mujeres, los pueblos originarios, los derechos humanos y aquellos monumentos que perdieron la cabeza.
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