El fenómeno de las Pérdidas y Desperdicios de Alimentos (en adelante PDA) es una de las tantas crisis que enfrenta la humanidad en la actualidad: Crisis en seguridad, crisis climática, crisis de representación, crisis de modelo. Lamentablemente, lo que hacemos en Chile y el mundo, lejos de enfrentar los problemas, es esconderlos bajo la alfombra.
Algo lógico. A medida que la población mundial sigue creciendo, también lo hace la demanda de alimentos. Sin embargo, paradójicamente, millones de toneladas de comida se desperdician cada año. Según la FAO, aproximadamente un tercio de toda la producción de alimentos en el mundo se pierde o desperdicia, lo que representa alrededor de 1.300 millones de toneladas, mientras que en Chile la cifra se aproxima a 2,5 millones de toneladas anuales.
PDA es un fenómeno complejo que ocurre en todas las etapas de la cadena de suministro, desde la producción hasta el consumo final. A nivel global, los países en desarrollo tienden a experimentar pérdidas significativas en las etapas de producción y almacenamiento, debido a la falta de infraestructura adecuada y tecnologías de conservación. Por otro lado, en los países desarrollados, el desperdicio se produce principalmente en el consumo, donde los consumidores tienden a comprar más de lo que realmente necesitan y a desechar alimentos muchas veces por razones estéticas.
En Chile, la situación refleja esta dualidad. Según un estudio del Ministerio de Agricultura, se estima que el 30% de los alimentos producidos en el país se desperdicia.
El desperdicio de alimentos no solo es un problema económico, sino que también tiene profundas implicaciones ambientales y sociales. La producción de alimentos consume recursos naturales valiosos, como agua y energía. Además, los alimentos desechados generan una cantidad significativa de emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo al cambio climático. Según la FAO, si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero después de China y Estados Unidos.
En Chile, la situación es igualmente alarmante. El desperdicio de alimentos no solo afecta la economía nacional, sino que también exacerba la inseguridad alimentaria. Mientras que miles de toneladas de alimentos se tiran a la basura, muchas familias chilenas siguen luchando por acceder a una alimentación adecuada. Esta contradicción resalta la necesidad de políticas más efectivas y de una mayor conciencia social sobre el valor de los alimentos.
La educación juega un papel crucial en la lucha contra el desperdicio de alimentos. Aumentar la conciencia sobre el valor de los alimentos, cómo almacenarlos y utilizarlos adecuadamente puede ayudar a reducir el desperdicio en el hogar, muchas veces dejamos de consumir alimentos por mínimos detalles de color o forma, estando en perfectas condiciones para ser consumidos.
A nivel mundial, diversas iniciativas buscan abordar el problema del desperdicio de alimentos, a través de esfuerzos para establecer metas específicas de reducción del desperdicio, como el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3, que busca reducir a la mitad el desperdicio global de alimentos per cápita para 2030. En Chile, el Gobierno a la fecha ha implementado débiles políticas y programas destinados a combatir el desperdicio de alimentos, tan es así que aún no contamos con una legislación especial sobre la materia; y en la actualidad existe en el Congreso Nacional un proyecto de ley que busca hacerse cargo del tema (Boletín N°10.198-11, ingresado al Senado en julio del año 2015, que luego fue fusionado con los boletines N°10.337-11, N°10.513-11, N°10.556-11 y N° 10.835-11). En junio de 2023, el actual Ejecutivo del Presidente Gabriel Boric retira la urgencia y desde entonces no ha tenido ninguna tramitación. Lo anterior resulta grave al considerar lo que señala el abogado Farid Seleme (2023): "Nadie puede quedar indiferente, menos aún los Estados, que tienen la obligación de generar marcos normativos, diseñar e implementar políticas para prevenir y reducir las PDA, y que hoy cuentan con valiosos instrumentos internacionales que pueden orientar estas discusiones", por tanto, la falta de prioridad en esta materia resulta dolorosa.
Frente a esta realidad, desde Cerro Navia decidimos hacer algo: Implementamos en diciembre de 2019 el primer Banco de Alimentos Municipal de Chile, esta iniciativa nace como una oportunidad de asociación público-privada, aprovechando la institucionalidad en la provisión de servicios, y comprometiendo al sector privado en la consecución de sus objetivos, conectando de esta manera con la sociedad civil en la recuperación y uso de alimentos, e involucrando al tercer sector en el trabajo con las comunidades locales.
El programa funciona como receptor y distribuidor de alimentos que se entregan a los vecinos y vecinas que más apoyo requieren. Así, distribuye a través de una bodega -facilitada por la Red Megacentro- los alimentos que recibe de sus socios donantes, entre ellos el Banco de Alimentos de Lo Valledor, Cencosud y productores locales. Existen tres tipos de entrega: A organizaciones comunitarias locales (microbancos), a ollas comunes y a hogares vulnerables pertenecientes a programas de asistencia social en ámbitos de personas mayores y discapacidad.
El desperdicio de alimentos es un desafío global que demanda una respuesta desde lo local. La realidad de Chile, con su alta tasa de desperdicio y la presencia de inseguridad alimentaria, refleja la complejidad de este problema. Es fundamental que tanto el gobierno, municipios y sociedad civil trabajen juntos para implementar soluciones efectivas. La reducción del desperdicio de alimentos no solo contribuirá a un mundo más sostenible, sino que también ayudará a garantizar que todos tengan acceso a una alimentación adecuada y nutritiva. El Gobierno puede y debe hacer más.
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