A pesar de las variables inciertas, se respira optimismo en los gremios empresariales para el 2021, el que es ratificado por el Banco Central, en su último informe de Percepciones de Negocios. Sin embargo, lo prudente es considerar que incluso después de un semestre de ajustes no hemos superado el panorama complejo a nivel económico-social, y tenemos que abrazar el convencimiento de que se requiere un nuevo impulso, recogiendo lo aprendido en este período, cuyos costos no pueden ser en vano.
Al menos ahora conocemos en cierta medida las condiciones y sabemos cómo ajustarnos para sortear de mejor manera los embates. Pero no podemos ser ingenuos y menos arrogantes, y desconocer las posibilidades ciertas de ser impactados por una segunda ola, con todo lo que eso significa, para la salud de las personas y la salud de la economía, como está sucediendo en Europa.
Se hace necesario entonces adelantarnos a lo que viene y volver a realizar una revisión de los negocios, ajustando la forma de operar. Para ello, necesitamos hacer caja, liquidando activos prescindibles del negocio en el corto plazo, fortaleciendo la mirada en el negocio principal; tal como está haciendo el brazo inmobiliario de CorpGroup, ligado al grupo Saieh- que busca concretar la venta del 75% que maneja en la sociedad de rentas comerciales VivoCorp.
Asimismo, para tender a la liquidez, se hace imperativo que la autoridad vuelva a apoyar económicamente a las empresas, porque éstas están buscando productividad de los procesos y ayuda estatal para fortalecerse y mantener su continuidad operacional, tal como evidencia una reciente encuesta al empresariado chileno, donde un 43% reconoció la necesidad de ajustar los números de productividad en sus negocios.
En esa línea, es bien recibido el anuncio del Gobierno de presentar un Fogape 2.0 al Congreso, para potenciar la recuperación de la actividad, la inversión y aliviar la carga financiera que soportarán las empresas en la etapa inicial de la reactivación.
Si no damos estos pasos, y realizamos los ajustes en ese sentido, nos enfrentamos al riesgo de destruir valor empresarial y no poder asumir los compromisos financieros adquiridos, cuya flexibilidad se ha dado este año, pero que comenzará a rigidizarse el 2021.
En definitiva, debemos realizar una revisión de nuestros procesos, que permita hacer frente a este nuevo escenario al que nos enfrentaremos, que lejos de acotarse a 3 meses, como se pensó en un primer momento, ni menos a seis, se proyecta mucho más a largo plazo.
La exigencia es colectiva y debe considerar a todos los estamentos, con revisiones desde los directorios hasta los trabajadores.
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