Tras cumplirse un año de la invasión de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero de 2023, varios son los factores que consolidan la mundialización del conflicto, con un escenario que nos acerca hacia una conflagración en la que están involucradas, de modo directo o indirecto, potencias globales y regionales. En consecuencia, pareciera que cada vez estamos más lejos de una perspectiva de paz que conlleve a un cese de hostilidades y a un acuerdo definitivo en el conflicto ucraniano.
En primer lugar, está el consistente apoyo de la OTAN, la Unión Europea y el Grupo de los 7 a Ucrania, el que se ha manifestado principalmente en el suministro de armas y en la aplicación de sanciones económicas a Rusia. Y, aunque no exista una participación directa de estos organismos y sus respectivos Estados en el campo de batalla ucraniano, esto ha implicado un importante incremento de los gastos militares mundiales.
Existen también otros factores de mundialización, los que involucran a fuerzas del Medio Oriente. Uno de los más importantes hace referencia a los vínculos que se han forjado entre Rusia e Irán, a partir de la consolidación de una fuerte alianza militar. Teherán ha suministrado drones a Moscú, los que han sido lanzados especialmente en contra de la infraestructura energética de Ucrania y de objetivos civiles. Ambos países han visto converger fuertemente sus intereses a partir de la guerra en Ucrania, en parte porque son objeto de sanciones por parte de Occidente.
Fuentes de inteligencia estadounidense han señalado que esta alianza se profundizaría con la venta de armas iraníes a Rusia, a cambio de que Moscú acepte el programa nuclear iraní, y la construcción por este de misiles balísticos intercontinentales. El involucramiento de Irán en la guerra de Ucrania afecta directamente a Israel, dada la creciente hostilidad del país persa hacia el Estado judío desde la revolución islámica de 1979. A lo anterior, se une el avance en el programa nuclear iraní, como una amenaza no solo para Israel, sino también a los Estados árabes sunnitas del Medio Oriente.
A partir del eje Moscú-Teherán, el gobierno ucraniano ha insistido en que Israel suministre armas a Kiev, especialmente el sistema de defensa antimisiles Arrow, que ha sido exitoso en el enfrentamiento al movimiento Hamas. A pesar del agravamiento en el conflicto israelí-palestino, no es descartable ahora un apoyo israelí a Ucrania, como una búsqueda de cohesión interna en momentos en que el Estado judío está sometido a una fuerte división por la reforma judicial que impulsa el gobierno de Netanyahu.
Además de lo anterior, hacia fines de febrero de 2023, fuentes de seguridad del gobierno libanés señalaron que palestinos residentes en campos de refugiados en el Líbano estaban siendo reclutados por el gobierno ruso para luchar en la guerra en Ucrania a cambio del pago de unos 350 dólares. Se trataría de militantes de Fatah y del Frente Popular para la Liberación de Palestina, los que estarían siendo reclutados con la coordinación del movimiento libanés pro iraní Hezbolá. Hay que mencionar también la participación de milicias sirias apoyadas por Rusia en la guerra.
Otro importante factor de mundialización de la guerra de Ucrania dice relación con el creciente acercamiento de Rusia con Corea del Norte y China, con intereses estratégicos comunes, en la medida que estos Estados enfrentan a enemigos comunes. Fuentes de la CIA estadounidense han denunciado que China estaría pensando en suministrar ayuda militar a Rusia. El eje Moscú-Beijing (Pekín)-Pyongyang está conduciendo a una creciente carrera armamentista en la zona asiática, alimentando aún más las percepciones de amenaza de Tokio y Seúl frente a las pruebas armamentísticas y al programa nuclear norcoreano.
Con todo, el factor más amenazante para la mundialización del conflicto y su conversión en una tercera guerra mundial radica en la reiterada amenaza de armas nucleares. El 20 de febrero de 2023, el presidente Putin anunció que Rusia cancelaba su participación en el tratado Start III, también conocido como Nuevo Start, firmado en 2011 entre Estados Unidos y Rusia, y prorrogado en 2021, que establece el compromiso de ambas partes de reducir sus respectivas fuerzas nucleares.
Esta decisión resulta consistente con las reiteradas amenazas del uso de armas nucleares, especialmente por parte del presidente Putin, lo que, a su vez, es una de las razones para que el boletín de los científicos atómicos, publicación académica vigente desde 1945, tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, haya resuelto en enero de 2023 adelantar el reloj del fin del mundo a solo 90 segundos del apocalipsis.
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