El 14 de mayo de 2023 se celebraron elecciones presidenciales en Turquía, sin que esta vez el actual presidente, Recep Taryyip Erdogan, lograra imponerse en primera vuelta. Su principal rival, Kemal Kılıçdaroğlu, obtenía alrededor del 45% de los votos, frente al 49,5% de Erdogan.
De este modo, el próximo 28 de mayo se enfrentarán dos líderes que representan dos modelos políticos distintos. Por una parte, Erdogan, quien domina la escena política del país desde hace 20 años, primero como primer ministro (2003-2014) y luego como presidente (desde 2014). Fundador del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), representa una línea islamista moderada, que ha combatido fuertemente a la minoría kurda del país.
Por otro lado, Kılıçdaroğlu, un político precisamente de origen kurdo, que representa en el congreso al Partido Republicano del Pueblo, un partido secular, de una larga tradición histórica, creado por el fundador de la República de Turquía, Mustafa Kemal Ataturk, en 1923.
¿Qué está en juego en las elecciones de mayo? La respuesta es enfática: no solo la orientación política de Turquía, sino también la influencia que Ankara pueda ejercer en el tablero geopolítico de Asia Central, Medio Oriente y Europa y, muy particularmente, en el conflicto en Ucrania.
En lo que se refiere a la Unión Europea, el gobierno de Erdogan ha mantenido vínculos complejos con ésta. Uno de los hitos más importantes de esta relación es el acuerdo migratorio histórico alcanzado entre estas partes en noviembre de 2015. En un contexto de crecientes movimientos migratorios hacia Europa, motivados en parte importante por la guerra civil en Siria, Ankara y Bruselas suscribieron un convenio que tenía por finalidad poner término a la migración irregular desde territorio turco hacia la UE.
En términos más específicos, se contemplaba que los migrantes irregulares que pasasen de Turquía a países de la UE, especialmente a Grecia, donde se registraba el flujo mayor, serían devueltos al país euroasiático. A cambio, la Unión Europea se comprometía con un apoyo financiero de varios millones de euros a Ankara y a trabajar de manera conjunta para acelerar la unión aduanera con este Estado.
Paralelo a este acuerdo, se ha producido por parte de la Unión Europea, a partir de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, la congelación de la prolongada candidatura turca al ingreso de la UE, paralizando todo tipo de negociaciones en este ámbito. Bruselas ha denunciado a Ankara en reiteradas ocasiones por sus violaciones a los derechos humanos y el irrespeto del Estado de derecho.
A lo anterior, se suma el histórico conflicto con Grecia, particularmente en lo que respecta a Chipre, donde existe una autoproclamada "República Turca" en el norte de la isla y no reconocida internacionalmente. Además, Turquía ha llevado a cabo actividades de exploración de gas en el Mediterráneo oriental, en aguas disputadas con Chipre y Grecia, lo que ha sido fuertemente condenado por la Unión Europea y Estados Unidos.
El distanciamiento con Bruselas se profundizó todavía más durante 2021, cuando Erdogan decidió el retiro del país de la Convención de Estambul, que condena la violencia en contra de las mujeres, y la ilegalización del Partido Democrático de los Pueblos, el principal partido kurdo. Todo esto ha llevado a la Unión Europea a amenazar con la imposición de sanciones económicas contra el Estado euroasiático.
El gobierno de Erdogan ha mantenido una política exterior claramente contradictoria, la que se ha acentuado a partir de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022. Por una parte, ha condenado la invasión rusa de Ucrania y, por otra, no se ha mostrado favorable a la imposición de sanciones a Moscú. Ha ofrecido su papel como mediador para, junto con la ONU, alcanzar un acuerdo de reanudación de exportaciones de cereales ucranianos. A pesar de ser miembro de la OTAN, el gobierno de Erdogan ha tenido un acercamiento con los principales enemigos de esta organización, Irán y Rusia.
En este complejo escenario, un cambio de gobierno podría implicar desafíos importantes para una mayor democratización, respeto por los derechos humanos y acercamientos con la Unión Europea, todo lo cual significaría una reordenación del papel estratégico de Turquía a nivel regional y mundial.
Sin embargo, las posibilidades de una nueva victoria electoral de Erdogan son altas en el presente panorama político turco, con lo cual se mantendría el actual status. Con todo, los resultados de estas elecciones son de una importancia sustancial porque estamos en presencia de un actor con creciente peso en los escenarios regional y global.
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