En cámara lenta

José Durana

Ultimos publicados:

• Seguridad y economía
• A los tumbos
• Recuperar la confianza ciudadana

Comenzó el 2025 y, al mismo tiempo, el último año de un gobierno que transita a la velocidad de un reloj de arena, en cámara lenta, cuyo avance es más bien un retroceso y que continúa dejando una densa y viscosa sensación de que esto no va a terminar nunca.

Los datos lo explican todo. El 2024 fue el año que cerró con el mayor número de homicidios en el país desde que se tiene registro, pero el Gobierno se empecina en destacar que hubo una reducción decimal en relación con el año previo, como si eso fuese un gran logro; la economía se enfila a crecer a su menor ritmo promedio desde el retorno a la democracia, por debajo del 2% durante esta gestión, aunque el Ejecutivo se adelanta en señalar que igual estamos creciendo; uno de cada diez habitantes en Chile es hoy extranjero.

Sí, como leyó bien, tenemos cerca de dos millones de migrantes en el país, donde un gran porcentaje de ellos se mantiene de manera irregular, pero La Moneda nos asegura que es un tema que está controlado; también nos enteramos que el Estado ya acumula una planta de casi un millón de empleados públicos, una gran cantidad contratados durante la actual gestión. Todo un récord, considerando que la proporción también va siendo de 1 a 10 en relación con la cantidad de trabajadores que hay a nivel nacional.

Para qué seguir enumerando un listado que requeriría de varias columnas de opinión para esbozar sólo en parte el lastre que ha terminado siendo este gobierno para Chile. Como corolario, pese a la cruda realidad que muestran los números, desde el palacio gubernamental nos quieren convencer de que la suya ha sido una buena gestión, y hay quienes se atreven a esbozar que el Presidente Boric terminará su mandato bien evaluado y en pie positivo para buscar un segundo período presidencial.

Como sea, este gobierno logró su verdadero objetivo y quizás por eso se sienten satisfechos en un escenario donde sólo de advierten crisis por todos lados. Y es que esta administración frenteamplista-comunista pudo finalmente descarrilar el tren capitalista hacia el desarrollo, si bien no pudieron destruir completamente la máquina como era su propósito, impedirán que llegue a su destino, porque alcanzar el desarrollo en las circunstancias que el actual gobierno dejará Chile, nos llevará más de 50 años.

De hecho, el oficialismo poco a poco se prepara para pasar a la oposición, salvo que en el transcurso de los próximos 11 meses ocurra algo extraordinario, que tampoco lo descarto, en las filas de gobierno empiezan a prepararse para cumplir con el papel que más les acomoda, que es estar con los dos pies en la calle, desestabilizando gobiernos. Por eso, no extraña que exista un empecinamiento del gobierno por alcanzar un acuerdo en materia de pensiones, del que todavía no se tiene claridad en qué consiste, pero es evidente que quieren hacerle un agujero al modelo de capitalización individual, y cuando ya lo logren, buscarán desmantelarlo por completo, siguiendo el manual, al día siguiente, cuando comiencen a afirmar que lo acordado no es suficiente y que se requieren cambios más profundos.

En la práctica, a menos de un año de las elecciones presidenciales y legislativas, este gobierno está terminado. Desde ahora comenzará a funcionar con el control remoto y velocidad crucero, aunque en realidad, siempre ha transitado a la misma velocidad. En estos cuatro años, La Moneda poco y nada impulsó el crecimiento económico, la productividad e inversión. Ha habido mucha retórica vacía y poca acción. Este ha sido un gobierno donde han sobrado los caciques, carentes de las más mínimas capacidades de gestión, y han escaseado las autoridades que se pongan el overol y trabajen genuinamente por el país y sus habitantes.

Es probablemente una falla de fábrica generacional, que no se resolverá con haber estado cuatro años en el gobierno. Esa experiencia les podrá entregar conocimientos sobre las dinámicas de funcionamiento del Estado, pero cuando hay un problema matriz en la falta de capacidades, estas no se adquieren por la mera experiencia de "habitar" los cargos del aparato público.