Dada la visita al país de Su Santidad el Papa Francisco, obviamente vuelve a la palestra toda la temática respecto a nuestra cultura espiritual. En esa línea, tuve la oportunidad hace un par de semanas, de participar en una animada conversación - aunque escueta por lo interesante - junto a un profesor de Filosofía, un sacerdote y un autodenominado "ateo".
Fue una casualidad del momento, aunque nadie lo tenía programado, la oportunidad se creó espontáneamente en una celebración en casa de unos amigos. En tal mesa, sin mediar ninguna intención adicional, me atreví a proponer una breve reflexión respecto a la diferencia entre tener "fe" o "creer en algo".
Inicialmente, el Profesor tomó la palabra explicando su postura a través de la famosa frase inscrita en el Pronaos del templo de Apolo en Delfos "Nosce te Ipsum" (Conócete a ti mismo), como fuente de inspiración a todo buscador que anhela reencontrarse con la divinidad a través del autoestudio y la reflexión personal. La instrucción y el conocimiento es vital y, todo ello, nos conduce a una relación íntima con Dios. Para él, cualquier tipo de religión o práctica adicional no era necesaria. Soy un observador de la naturaleza humana, concluyó.
El respetable sacerdote, nos contó de su relación con la teología, del estudio de las sagradas escrituras y como llegó a casarse con Dios entregado de lleno a la investigación, servicio y devoción por la cristiandad.
Detalló el largo camino que debió recorrer, el cual, requiere comprensión, dedicación, entrega y tolerancia. Entendí a título personal, que para él "fe" y "creencia" son lo mismo. No hay diferencias semánticas entre ambas, orientándonos más bien, a un acto de convicción y enfoque personal.
Asistir al templo es importante, ya que te permite estar en consonancia con la "palabra de Dios" y con la guía del sacerdote a cargo de la misión. ¡Jesús es mi pastor, él te guiará! - sentenció.
Era el turno del ateo, quien, con cierta dureza y displicencia en sus palabras, daba a entender que Dios no existía y que todo era obra de "algo" que no era Dios. No necesitaba creer en algo o tener algún tipo de "fe" específica, ya que, en definitiva todo depende de su compromiso y dedicación para mantener una situación económica estable hasta fin de mes y así, sucesivamente, año tras año.
Con el respeto del sacerdote, explicó que para él ir a la Iglesia es una pérdida de tiempo y que si existiese una fuente de reverencia sería su "yo personal". Compito con todo y con todos y, entre más competitivo esté, más vigente me vuelvo para el mercado. Para ello, no necesito creencias o fe. Más bien, religión es mi capacidad de decisión y fortaleza personal, concluyó.
Pude darme cuenta que el ambiente se enturbió levemente, no tanto por sus palabras, sino por el tono un tanto agresivo que salía de su voz. No creo que se deba encuadrar a todos los "ateos" como "fundamentalistas", sin embargo, este contertulio estaba emocionalmente muy involucrado con el significado.
Siendo mi turno, argumenté que desde mi cosmovisión las "creencias" necesitaban un sostén físico para su existencia, tal como una figura, una religión o un símbolo; y que muchas de ellas, fueron casi inconscientemente adquiridas tanto por educación o cultura familiar.
En cambio, la "fe" era algo intangible, etéreo, algo que no puedes describir con palabras pero, no obstante, te reporta una confianza y seguridad que puedes traspasar a diferentes área de tu vida. Algo así como aceptación de lo que es.
No pude percibir las reacciones de los demás, ya que estaba muy concentrado en lo que quería comunicar. No podría decirles cuál fue la conclusión de la charla, ya que era tiempo de sacarse las fotos de rigor y todo pasó a segundo plano.
Creo, sin embargo, que en las cuatro consciencias individuales más de alguna reflexión debió haber aparecido a posterior de nuestro encuentro. Destaco que todos escucharon con atención y se mostraron muy respetuosos de la opinión del otro.
¡No hubo mayor intento de crítica o juicio al sistema de creencias personales!
No llegamos a ningún acuerdo común sobre "cultura espiritual", aunque, claramente ese no era el objetivo de la discusión.
La principal conclusión que rescaté, fue que si aprendiéramos a escuchar, como dice regularmente el Dalai Lama, quizás el mundo sería un poquito más amigable y comprensivo.
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