EL Papa Benedicto al presentar su renuncia al Papado, hizo pública la razón que lo motivaba al denunciar la hipocresía reinante en la curia vaticana. No se sentía con fuerzas para destronar a la hipocresía eclesial que ocupaba los cargos de mayor poder al interior de El Vaticano.
La sorpresiva llegada del Papa Francisco, con su postura reformista de intentar lograr una iglesia pobre al servicio de los pobres, una Iglesia cercana al hombre con todos sus problemas y las circunstancias que lo rodean en el mundo actual, una Iglesia que privilegia el amor por sobre las normas burocráticas, vivir el Evangelio como lo vivió Jesús, junto al pueblo predicando la palabra de lugar en lugar, yendo donde hay que ir, con olor a oveja.
Todo esto, más su intento de lograr una iglesia que guíe de verdad al pueblo de Dios, dispuesta a abandonar el lujo y la pomposidad, que vive y vibra con las alegrías y penurias de todos los días, contó de inmediato con la más dura oposición de que se tiene conocimiento en la historia de la Iglesia. Los hipócritas no están dispuestos a aceptar la humildad, la austeridad y el despojo para servir con amor al pobre, al que sufre.
Los hipócritas fueron duramente maldecidos por Jesús. ¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicias! ¡Así también vosotros por fuera parecéis justos ante los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y maldad! ( Mt 23,27,28).
Los hipócritas chilenos, unos pocos obispos y religiosos que han traicionado el mensaje de Jesús, son los que han logrado desprestigiar la labor de miles de sacerdotes y religiosos que se entregan con abnegación a amar, educar y servir a sus hermanos.
Somos muchos los chilenos que tanto debemos al Padre Hurtado, a la Iglesia que construyó el Cardenal Raúl Silva, la de los monseñores Hourton, Valech, Alvear, Camus, Ariztía y tantos otros obispos,sacerdotes, religiosas y religiosos que tanto bien y amor han sembrado en nuestra historia.
Los hipócritas de la Iglesia chilena son todos aquellos que mienten descaradamente, que defienden a los impuros y esconden sus fechorías bajo el alero de la Iglesia para lograr impunidad.
Son todos aquellos que satisfacen sus perversiones sexuales con los predilectos de Jesús: los niños, los indefensos niños.
Son aquellos cardenales, obispos o superiores que guardan silencio, que deciden protegerlos o encubrirlos, los trasladan de lugar sin reconocer y castigar el daño moral que su pedofilia causa en esos niños y sus familias.
Ellos son los que han debilitado y desprestigiado a la Iglesia en Chile. Son los escribas y fariseos de la era actual.
El Papa Francisco llega en este ambiente, en el que los chilenos muestran su rechazo más absoluto a la hipócrita actitud adoptada por algunos obispos de la jerarquía en Chile y la red de protección que han llevado a cabo.
Al Papa se le exige, por parte de la sociedad chilena, acciones e instancias que desenmascaren definitivamente a los hipócritas.
Sin duda que no es tarea fácil. Mucho ha hecho el Papa Francisco para lograrlo y ciertamente que queda un camino muy largo por recorrer, pero nadie puede desconocer que con sus aciertos y errores el Papa ha marcado un camino de denuncia y castigo a los hipócritas culpables, además de establecer mecanismos preventivos concretos para evitar que hechos tan lejanos al mensaje de Jesús se sigan repitiendo.
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