El rol de las mujeres en la igualdad de género

Ariela Agosin

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La generación de mi abuela logró el derecho a voto, la de mi madre se desarrolló académicamente. Hoy nos corresponde avanzar mucho más y afianzar nuestras posibilidades en posiciones de liderazgo.

En Chile ha habido cambios muy positivos. A nivel legislativo, por ejemplo, se han hecho reformas para garantizar una mayor participación femenina en el Parlamento y otras instancias. Lo mismo ha ocurrido en asociaciones gremiales, como el Colegio de Abogados. Por su parte, se han dictado normativas que van en un sentido correcto, pues permiten que la vida y el trabajo de las mujeres se desarrollen de manera positiva, contribuyendo a disminuir los problemas que lo dificultan. Así, hoy se sanciona el acoso sexual en espacios públicos, se ha tipificado el delito de femicidio -que ahora incluye las relaciones de noviazgo y pololeo-, existe un post natal de 6 meses y se ha creado el Registro de Deudores de Alimentos.

Estamos en el punto de inflexión. Esta generación de mujeres tiene el desafío de lograr la igualdad plena, de pavimentar el camino para que nuestras hijas transiten con paz, seguridad y equidad en la vida personal y profesional. Que no sufran violencia de género, sobrecarga de trabajo no remunerado y estén plenamente integradas al mundo laboral, con equidad tanto en salario como en oportunidades de ascenso a cargos directivos.

En ese camino, un tema fundamental es promover la participación y el liderazgo de las mujeres en los espacios de toma de decisiones.

En Chile, las mujeres representan solo el 22% de los escaños en el Congreso Nacional y el 38% de los cargos de ministros y subsecretarios en el gobierno. Aunque se han realizado esfuerzos para aumentar nuestra representación en la política, todavía queda mucho por hacer.

Si bien en 2021 se logró 14% de presencia de mujeres en directorios IPSA (la participación más alta de la historia), seguimos muy por detrás de los países más desarrollados. Debemos fortalecer nuestra presencia en gerencias de primera línea y directorios.

Aproximadamente el 50% de la capacidad laboral, profesional, académica, política, económica y social es femenina, y al no incorporarlas estamos renunciando al 50% del talento disponible. Estamos perdiendo una oportunidad única de desarrollo.

Es una obligación de toda la sociedad hacer que, en el menor plazo posible, las mujeres puedan acceder a estas posiciones, rompiendo la dinámica del "techo de cristal": esas barreras invisibles que nos impiden ascender hacia los niveles superiores de la escala corporativa, independientemente de nuestras calificaciones o logros.

La evidencia muestra que la participación femenina tiende a estar relacionada positivamente con el desempeño de las instituciones, las que son más productivas en la medida que tienen administraciones mixtas.

Las mujeres también promueven la diversidad de género dentro de las organizaciones, lo que se conoce como teoría "spillover" de género. Acá el llamado.

Aquellas que hemos logrado hacernos un espacio podemos empujar ese cambio, es más, siento que tenemos un deber de hacerlo, de visibilizar el potencial femenino que será un tremendo aporte a nuestras organizaciones y dar las facilidades para que logren acceder a posiciones de liderazgo, haciendo entender a quienes nos acompañan en estos espacios, la importancia de actuar en ese sentido.

Es imperativo entonces, que aquellas que llegan a cargos de toma de decisiones, ayuden a otras mujeres a alcanzar esos espacios. Esta es una sororidad real.

Como dije, debemos pavimentar el camino para facilitar que las nuevas generaciones se desarrollen plenamente en su carrera profesional, siendo reconocidas por su talento para desempeñarse como líderes de organizaciones, y sin tener que renunciar a una familia, si así lo deciden.

Debemos transmitir esto, influir en los tomadores de decisiones. Es el deber de todos y todas las que tenemos la opción de hacerlo, desde donde sea que nos desempeñemos.