La noche del domingo 30 de noviembre el director de radio Beethoven, Adolfo Flores, se despedía de los auditores con la esperanza de volver "más temprano que tarde". Poco antes su locutor insignia, Patricio Bañados, ironizaba al aire y con amargura usando el slogan de la emisora ("Vive la música en radio Beethoven"), anunciando "muere la música, en radio Beethoven".
Terminaba así una radio nacida en marzo de 1981 y que con el correr de los años se había convertido en el último bastión dedicado por completo a la música docta, pero que también dio espacio al jazz, la música alternativa y la de raíz folclórica.
En las décadas de los ochenta y noventa, en un mundo sin Internet y con Chile aislado de la comunidad internacional, resultaba refrescante y sorprendente escuchar tipos de música desconocida en programas como "Interfase" o incluso piezas de músicos prohibidas por la dictadura como Inti-Illimani o Quilapayún en "Concierto Latinoamericano". Para algunos curiosos de un par de generaciones (como a la que pertenezco yo), radio Beethoven fue importante si no clave en su formación musical.
Mientras afuera el país sigue viviendo la crisis generada por un sistema injusto y unas autoridades sordas, el naufragio de radio Beethoven resulta ser uno de los muchos símbolos de la sociedad que se implantó hace algunas décadas. Entregada a los vaivenes del mercado y absorbida por grandes conglomerados, la cultura y los contenidos de calidad difícilmente pueden sobrevivir, más allá de que sean rentables o no, sin importar su aporte a la sociedad o si mejoran la vida de los chilenos.
Una solución a esto es la creación o recuperación de medios estatales que no dependan de modas o cifras de audiencia, que nivelen hacia arriba y no tengan como techo la mediocridad. Como ocurre en los países desarrollados a los que creemos pertenecer. Ya sabemos quiénes se opondrán, porque perderán una tajada del mercado, ínfima, pero la codicia no tiene límites.
Los contenidos de calidad no solo mejoran nuestra sociedad, sino incluso pueden cambiar la forma de ver el mundo y hasta salvar vidas.
Nuestra gente debe tener acceso a estos productos, de manera abierta y gratuita. En la sociedad que ahora estamos intentando construir, este debe ser uno de nuestros objetivos.
Medios como radio Beethoven quizá no pueden sobrevivir con lógica de mercado pero ésta no es la única y, además, su existencia se nos hace un imperativo.
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