El patrimonio de todos

Imaginemos un monumento nacional cualquiera. Puede ser un humedal, vestigios arqueológicos o un inmueble patrimonial. Si es propiedad o se encuentra en manos de privados, muchas veces para ellos es un estorbo. Ese humedal se podría secar para plantar algún tipo de cultivo económicamente rentable, esos vestigios podrían eliminarse para poder instalar parcelas o ese inmueble podría entregar ganancias al demolerlo (o dejar que se caiga solo, o se incendie) y construir allí un edificio de altura. Como sea, ese patrimonio no pareciera que lo sienten como propio.

Del otro lado, de quienes no poseen gran cantidad de bienes, muchos ven el humedal como un sitio donde botar basura, los vestigios arqueológicos como cosas viejas sin ningún sentido y que muchas veces destruyen solo por placer y ese inmueble patrimonial como un eventual telón para rayar con espray o dañarlo porque sus años no inspiran respeto. Ese patrimonio tampoco lo sienten como propio, al parecer.

No soy sociólogo ni pretendo averiguar el por qué de estas conductas tan extendidas de forma pareja en nuestra sociedad, pero en ambos casos denotan la falta de un "nosotros" en el país. Unos destruyen el patrimonio por egoísmo y otros por sentirlo ajeno.

El "de todos los chilenos" no ha dejado de ser un slogan electoral de las últimas décadas. La nueva Constitución que se avizora debe incorporar el "nosotros", en particular a lo que respecta al patrimonio y, por extensión, a las artes (que también son parte del patrimonio). La cultura no es un lujo, sino que bien de primera necesidad. Es quizá lo único que permite reconocernos como comunidad, al mismo nivel de otras necesidades materiales que nos han vendido como más importantes y urgentes.

Es parte del "derecho a la felicidad", que consagra la constitución japonesa o la importancia de la educación artística que se menciona en la constitución suiza (específicamente la musical, en ese caso).

Obviamente una constitución no terminará de un momento a otro con las situaciones descritas más arriba, pero, dada la composición de la asamblea, será un paso gigante para poder reconocer el territorio de la patria como nuestro, no un juguete de los vándalos o estorbo para inversionistas.

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