Las malas amistades de Julio

La profunda crisis que afecta a España nos tiene con los nervios de punta. A los continuos recortes de toda índole y a las previsiones nada optimistas de las instituciones financieras, a pesar de los fallidos intentos del gobierno de Mariano Rajoy para apaciguar los ánimos, se añaden más escándalos de corrupción con cantidades que suman millones de euros.

Por lo que se ventila ahora en los juzgados españoles parece que nadie se contentaba con meter en sus cuentas opacas unos cientos de miles. Si había que pringarse tenía que ser en billetes de los grandes para sumar varios ceros. Faltaría más.

Los indignados por los tijeretazos y robos al por mayor ya no son sólo aquellos que ocuparon meses la Puerta del Sol en Madrid o los que se enfrentaban a la policía en Cataluña. Mal humorados surgen en momentos menos pensado. Que se lo pregunten al yerno del rey caído en desgracia, Iñaki Urdangarín. Ya no le salvan de los salivazos o de los improperios ni los pocos guardaespaldas que le quedan.

Uno de los incidentes ocurrió a pocas calles de su vivienda, en Barcelona, cuando el marido de la infanta Cristina tuvo la mala ocurrencia de entrar a una panadería para comprar unos bollos para su familia. Algunos clientes, al percatarse de su presencia, le dijeron de todo, menos bonito. Ahora se entiende que luzca muy delgado y demacrado. ¡Si la plebe no lo deja echarse un pan en la boca tranquilo!

En este nunca acabar de casos de corrupción investigados se añadió a la lista uno de los españoles más admirados de aquí y allá. Julio Iglesias.El cantante ha tenido que declarar por oficio ante la justicia en un caso de corrupción que implica a ex autoridades de la Comunidad Valenciana. El intérprete ha declarado que recibió por una campaña de promoción internacional de esa región mediterránea la no despreciable suma de seis millones de euros.

Los hechos investigados ocurrieron en los años 90 (entonces la moneda en curso en España era la peseta) y de acuerdo a los archivos de prensa, el cantante de Hey, Soy un señor, soy un truhán y centenares de canciones archi famosas no sólo sacó jugo a las naranjas valencianas y elevó a los altares de la gastronomía a la paella sino además, se dejó ver en mítines políticos del Partido Popular. En uno de ellos compartió escenario con el entonces presidente José María Aznar, al que elogió sin reservas e incluso pidió que se le votara.

Julio Iglesias con su declaración, deja a la intemperie a los sospechosos de corrupción ahora investigados ya que estos aseguraban que los honorarios del cantante fueron de casi dos millones de euros. Además, queda claro que el contrato sirvió para fines de promoción turística, comercial y política.

El cantante español demuestra con esto que es de aquellos que donde las dan, las toma. Sabe defenderse de los ataques, por tanto, saca pecho allí donde lo contratan. No importa quién. Para muestra, otro ejemplo. Un recital por todo lo alto ofrecido en Guinea Ecuatorial, cuyo gobierno dictatorial está bajo sospecha de los organismos internacionales de derechos humanos, vuelve a poner su nombre en entredicho.

Es verdad que es solo un intérprete de canciones amables, sentimentales, intrascendentes, no un cantautor de música de protesta, pero de él se piden gestos más acordes con lo que piensa la mayoría. Esa gente que no puede acudir a uno de sus conciertos porque lo que cuesta una entrada es lo que gana el cabeza de familia en un mes. Es verdad que sus canciones pueden distraer, mitigar las carencias o  poner alegría en una triste vida, pero a estas alturas de su trayectoria hay quienes esperan algo más de un famoso como él.

A mediados de los años setenta, un jefe me llamó a la redacción de Radio Nacional de España para pedirme urgente que bajara al estudio 1 de la emisora para hacerle una entrevista a Julio Iglesias.Debía preguntarle sobre América. De prisa hice un cuestionario para enfrentarme ante el ídolo.

Me recibió sonriente, me puso la mano en el hombro, amigable, pero el encuentro terminó como el rosario de la aurora. Cuando le comenté que me intrigaba sobremanera que él, siendo un hombre que cuidaba tanto su imagen, que incluso tenía un lado bueno para ser fotografiado, como era posible que se dejara adular por gobernantes anti democráticos que entonces dominaban América.

No olvidaré el grito de Julio Iglesia al técnico de sonido “esta entrevista no la quiero, se acabó”. Yo respondí, “sigue”...Y a continuación, el de pie, yo sentado ante el micrófono, pregunté: “¿Que ha significado América en tu trayectoria artística?”

Y el Julio Iglesias adulador, conquistador, canchero, el que se las sabe todas, respondió lo que ustedes le han escuchado o leído más de una vez.

Por cierto, horas después de este desencuentro con Julio Iglesias supe que indagaba sobre mí.Quería saber mi nombre. “¿Como se llama un periodista chileno, más bien bajo y algo gordo que me entrevistó en Radio Nacional? Es que ha dicho que yo tomo té con los Somoza, en Nicaragua”.

Que se haya inventado la pregunta o que me tratara de bajo con mi metro 72 de entonces, no me molestó. Lo de “gordo” me llegó al alma.

Desde aquella vez hago dieta.

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