Diversos estudios e informaciones científicas, cada vez con más frecuencia, nos recuerdan la frágil situación en la que se encuentra la naturaleza a nivel mundial y la responsabilidad que nos cabe a los seres humanos en esto, así como la necesidad de tomar medidas urgentes para revertir el escenario.
Este Día de la Tierra es un momento especial que debe llamarnos a la reflexión y también una oportunidad para revisar los últimos datos sobre lo que está ocurriéndo con nuestro planeta. No hay duda de que esta verdadera avalancha de evidencia puede llegar a ser abrumadora, pero en ningún caso debería encerrarnos en la perplejidad y la inacción.
Hace algunas semanas, por ejemplo, el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) alertó respecto a la caída en 25% que han registrado las áreas forestales en Sudamérica y Mesoamérica en los últimos 50 años.
Asimismo, mostró que desde la colonización en América, las poblaciones de especies han disminuido en un 30%, y de continuar la tendencia, se reducirían en un 40% para el 2050, debido al cambio climático.
Los efectos que esto puede tener en la vida de las personas evidentemente son críticos. Por ejemplo, el reporte de IPBES cuantifica en más de 24 billones de dólares anuales el valor económico de las contribuciones de la naturaleza terrestre en el continente americano, monto que es equivalente a todo el PIB de la región. Sin embargo, el 65% de estas contribuciones se encuentran en declive y un 21% están disminuyendo en forma dramática.
El cambio climático fomentado por el ser humano promueve esta declinación, consecuencia de la creciente pérdida de biodiversidad, agudizando los impactos provocados por la degradación del hábitat, las especies invasoras, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales.
En la misma línea, un reporte de WWF sobre las consecuencias del cambio climático en sus 35 sitios prioritarios en el mundo, entre ellos el sur de Chile, proyectó que más del 50% de las especies en estos lugares corren el riesgo de una extinción local si es que las temperaturas globales aumentan en 4.5°C. Es decir, si es que los países no cumplen las contribuciones comprometidas en el Acuerdo de París. Al contrario, si el incremento de temperatura no sobrepasa los 2°C, como busca este histórico tratado, la pérdida de biodiversidad podría aminorarse y llegar a un 25% de las especies.
Estos datos confirman claramente que aún está en nuestras manos hacer algo por revertir estas preocupantes tendencias, siendo el impulso de una decidida y ambiciosa política climática por parte de todos los países, tanto grandes como pequeños emisores, uno de los puntos clave para avizorar un mejor futuro para la flora y fauna y también para la humanidad.
Esto implica grandes cambios en las políticas de gobierno, pero eso no será suficiente. Las modificaciones deben ocurrir a todo nivel, desde las empresas a los individuos, porque seguir produciendo, consumiendo y movilizándonos como lo hemos hecho hasta ahora ya no es una alternativa viable.
Un ejemplo concreto de esto es el problema de la contaminación por plástico, que es el foco de este Día de la Tierra. Aquí, si bien las autoridades pueden dictar normas muy necesarias que apunten a reducir su impacto, sin una modificación de hábitos y estilo de vida, y sin un nuevo modelo de negocios para las empresas que sobreutilizan este material, no se alcanzarán resultados transformacionales.
El llamado “business as usual”, o que todo siga como está, no es una alternativa para un planeta que se encuentra ad portas de una sexta extinción masiva de especies, lo que no solo representa un peligro evidente para la biodiversidad, sino que también para las personas y el bienestar futuro de las sociedades.
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