En esta era de la pos verdad y las redes sociales, si usted escucha radio lo hace porque en Chile es el medio de comunicación más confiable, desde aquella primera transmisión realizada en Santiago hace 97 años.
Ocurrió la lluviosa noche del sábado 19 de agosto de 1922. Hacía frío y parecía que iba a nevar. Doscientos invitados se congregaron, sin embargo, expectantes y curiosos, en el hall central del diario “El Mercurio”, que entonces alzaba su imponente edificio en la céntrica calle Compañía.
¿Resultará o no resultará?, se preguntaban unos y otros, porque la invitación decía que iban a escuchar, reunidos allí, una transmisión experimental de “telefonía sin hilos”. Una transmisión milagrosa procedente de la Casa Central de la Universidad de Chile, situada en la Alameda, a casi un kilómetro de distancia de “El Mercurio”.
Y para sorpresa de todos, la emisión comenzó con la marcha "It's a long way to Tipperrary" (Un largo camino a Tipperrary), que fue el himno de los aliados durante la Primera Guerra Mundial.
Más de alguien pensó en ese momento que los sones marciales provenían de una victrola escondida tras el telón que presidía tan extraordinario encuentro social. El asombro aumentó cuando después vinieron… un dúo de violines…, un comentario de actualidad de Rafael Maluenda…, una lectura de noticias del diario… y una canción a cargo de “la señorita María Ramírez Arellano, ex alumna sobresaliente del Conservatorio Nacional de Música”.
Al día siguiente, domingo 20 de agosto, “El Mercurio” relataba el evento en estos términos:
"Numerosa era la concurrencia que a las 09:30 horas de la noche ocupaba el hall central de nuestra Imprenta, para percibir allí el concierto que se iniciaría minutos después en la Universidad.
El aparato receptor fue instalado en el segundo piso, fue conectado al micrófono (fabricado con un teléfono desarmado), que provisto de una bocina, funcionaba a pocos metros de la escalera.
Cada número fue seguido con interés en su desarrollo, y al término de cada uno la concurrencia saludó con entusiastas aplausos el éxito alcanzado en la audición de radiotelefonía".
Artífices de aquel milagro fueron el ingeniero Arturo Salazar, amigo del inventor Tomás Alba Edison y profesor de la Universidad de Chile, y el estudiante de Agronomía Enrique Sazié. Fueron ellos quienes construyeron el primer transmisor de radiotelefonía, fascinados por los avances tecnológicos de los que tenían noticias a través de publicaciones extranjeras especializadas.
Para fabricar el transmisor que emitió hacia “El Mercurio” el programa realizado en la universidad, el profesor y su ayudante utilizaron parte de un equipo de radiotelegrafía dado de baja por el Batallón de Comunicaciones de Santiago. El batallón, a su vez, había recibido ese instrumental dado de baja por los alemanes cuando terminó la Primera Guerra Mundial.
La potencia de este primer transmisor era de 50 wats, pero como no se conocían los parlantes, para que la gente escuchara el programa en “El Mercurio” se usó un fono de radiotelegrafía acoplado a la bocina de una victrola “Pathe”.
Hoy, 97 años después, usted lleva un transmisor de radio en su bolsillo o su cartera. Porque su teléfono celular no es otra cosa que un transmisor de ondas radiales. Y también, como si fuera poco, su teléfono es un receptor.
En 1922 Santiago y su medio millón de habitantes no disponían de más de 200 receptores, porque eso era un lujo al alcance de unos pocos. Su precio variaba entre los 200 y los 350 pesos. Hoy se calcula que existen más de dos receptores por cada uno de los 17 millones de habitantes del país.
Las páginas de la historia de la radio en Chile contienen nombres que provocan nostalgia entre las generaciones mayores, como los cantantes Alberto Castillo o Libertad Lamarque, que actuaban en los grandes shows de las radioemisoras como Cooperativa, que tenía su salón auditorio en la calle Bandera.
O cultos locutores como Pepe Abad (“El reporter Esso”), Raúl Matas (“Crónicas en camisa”), Mirella Latorre y Sergio Silva.
También hubo connotados periodistas radiales como Luis Hernández Párker (Cooperativa y Portales), Mario Gómez López (Radio Portales), Tito Mundt (Radio Nuevo Mundo) y Hernán Millas (Radio Santiago).
En tiempos de dictadura, radios Cooperativa, Santiago, Balmaceda y Chilena cumplieron un rol decisivo en denunciar las violaciones a los derechos humanos y convertirse en la voz de los perseguidos. Y continuaron en su labor a pesar de que sus ondas fueron clausuradas en más de una oportunidad.
Por esta trayectoria que comenzó con un transmisor artesanal, la radio es el medio de comunicación de mayor credibilidad, a pesar de las redes sociales y sus “fake news” o noticias falsas.
Haga usted una rápida encuesta entre sus amigos y familiares y pregúnteles qué es lo primero que hacen cuando sienten un temblor.
La respuesta será unánime: “Encender la radio”.
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