El 5 de octubre: una proeza democrática

Un nuevo aniversario del Plebiscito del 5 de octubre de 1988 y la cercanía de las elecciones presidenciales y parlamentarias hacen inevitable un nuevo debate acerca del significado de ese hecho histórico y el rol de sus protagonistas sociales y políticos. La larga tradición democrática de Chile, la deslegitimación de Pinochet por sus crímenes atroces y la represión masiva de pobladores y estudiantes, así como la presión internacional, forzaron al régimen militar a la formulación de un plan de perpetuación en el poder que le permitiera tener un mínimo reconocimiento dentro y fuera del país.

El régimen requería créditos de grandes proporciones para pagar los préstamos que solicitó a la banca internacional con el fin de afrontar la aguda crisis financiera de 1983, salvar los bancos y el maltrecho aparato productivo que sobrevivía en el país. Sus enviados vistos como emisarios de un régimen brutal querían cubrir mínimamente sus apariencias, así apareció el plebiscito como la solución mágica.

Los principales ideólogos que formaron la UDI lo inventaron y redactaron: un plebiscito con un universo electoral acotado y la oposición dividida, ilegalizada y sin capacidad organizacional para impedir un fraude y también lo suficientemente vapuleada por la represión parecía estar imposibilitada de llevar adelante el enorme esfuerzo de campaña que se requería para doblegar la gigantesca maquinaria estatal movilizada por la dictadura para imponerse.

Asimismo, el control de los medios de comunicación y el terror provocado por asesinatos masivos como la "Operación Albania" en junio de 1987, la masacre de 15 militantes del FPMR, detenidos y acribillados sin posibilidad de defensa alguna, más la coerción directa vía municipios intervenidos, presuponían la permanencia de la población bajo el miedo, haciendo imposible una respuesta social al diseño de Pinochet.

Sin embargo, no fue así. El plan pinochetista fracasó. La oposición se unió, hubo problemas, pero la movilización popular para inscribirse en los registros electorales fue decisiva, aunque el antiguo artículo 8° de la Constitución impedía la inscripción del Partido Socialista y del Partido Comunista, sí lograron legalizarse la Democracia Cristiana, el Partido Radical, el Partido Humanista y el Partido por la Democracia; y el acuerdo democrático posibilitó la formación de la red de apoderados. Con un coraje cívico indoblegable, las mesas de votación fueron cubiertas hasta en los lugares más lejanos del país.

El movimiento sindical liderado por Manuel Bustos, los colegios profesionales, con el Colegio Médico a la cabeza, el movimiento poblacional y la lucha de los estudiantes, en suma, la movilización social fue determinante para derrotar el miedo. Floreció la creatividad en el espacio cultural y se formuló una franja televisiva muy bien lograda que desnudó la cruda realidad del país y echó abajo el mito del "milagro" chileno levantado por la dictadura. También se impulsó la inscripción de la población en los registros electorales, reuniéndose más de 8 millones de personas, cambiando completamente el escenario acotado y reducido que pretendían los estrategas del pinochetismo.

El movimiento de los derechos humanos estuvo presente con la denuncia de los crímenes atroces del primer periodo del régimen de Pinochet: el bombardeo de La Moneda y el asesinato del GAP y la muerte del Presidente Allende, la Caravana de la Muerte, la Operación Cóndor, los miles de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos y las decenas de miles de torturados, exonerados y exiliados.

En definitiva, el dictador fue derrotado con un lápiz. En las urnas. Hubo sectores que pensaron que no era posible conseguirlo. Que no había ningún tirano que hiciera un plebiscito para perderlo. Pero, lo que parecía imposible ocurrió, lo logramos, tanto por la unidad de los partidos que luchaban por la democracia como por la unidad del pueblo de Chile que no se dejó engañar ni confundir.

Por ese inmenso esfuerzo, de miles y miles de compatriotas, es inaceptable que hoy la derecha quiera vestirse con ropa ajena y trate de argumentar que Pinochet organizó el plebiscito porque estaba por el retorno a la democracia. No hay como vestir al sátrapa de sereno y tranquilo hombre democrático. Incluso, en su soberbia, el dictador preparó un autogolpe esa noche, que comenzaba con la declaración del Estado de Sitio. Así se lo exigió a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas reunidos en el "búnker" de La Moneda; pero, debilitado por su derrota, no pudo imponerse. Detrás de todas estas maniobras truculentas siempre estuvo la derecha obsecuente, salvo un caso, el 5 de octubre en la noche, Sergio Onofre Jarpa, reconoció el triunfo del NO cerca de la medianoche en un foro televisivo.

Después, asumido el Presidente Aylwin, desde marzo de 1990, la derecha política y económica bloqueó la transición para proteger a Pinochet y mantenerlo en la impunidad, por eso se mantuvieron los enclaves autoritarios. Recién el año 2005 se logró el paquete de reformas constitucionales que culminaron el proceso de reimplantación del régimen democrático en Chile. Por ello, a la luz de los hechos, tengo la total seguridad que el Plebiscito del 5 de octubre cambió la historia de Chile y que ello fue posible por la más amplia unidad y la lucha de los demócratas chilenos. El pueblo logró volver a ser dueño de su propio destino.

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