La ciencia como lugar de encuentro

En estas últimas semanas han surgido diversas iniciativas vinculadas al conocimiento: charlas abiertas, talleres familiares, intervenciones artísticas y, entre ellas, un festival universitario que reunió a la comunidad en torno a la ciencia. No es un hecho aislado. Es parte de una tendencia que crece silenciosamente en Chile: la búsqueda de espacios donde el saber deje de ser un territorio reservado y se convierta en una experiencia compartida, viva, abierta, capaz de convocar a personas diversas, con historias, intereses y horizontes distintos, pero unidas por la misma curiosidad por comprender mejor el mundo en que vivimos.

Porque la ciencia, cuando se abre a la ciudadanía, recupera algo que a veces olvidamos: su capacidad de convocarnos. De conectar la curiosidad infantil con las urgencias ambientales, la creatividad artística con la tecnología, la reflexión filosófica con los desafíos cotidianos. La ciencia es, en su esencia, un puente. Un espacio donde la pregunta se cruza con la emoción, donde los datos dialogan con las historias personales y donde la posibilidad de imaginar futuros más justos se vuelve una tarea colectiva.

El diálogo reciente entre ciencia, arte y humanidades -como proponen las iniciativas Ingeniería 2030, Ciencia 2030 y Conocimientos 2030 de ANID, que invitan a las facultades a transformar sus modelos formativos e impulsar conocimientos, tecnologías y enfoques inter y transdisciplinarios- no es una moda pasajera. Es una respuesta necesaria a un momento complejo, donde las certezas se diluyen rápido y donde necesitamos nuevas maneras de comprender lo que nos ocurre como sociedad.

Las ciencias aportan modelos y evidencia; el arte ofrece sensibilidad y metáforas; las humanidades entregan contexto y sentido. Cuando estos lenguajes se encuentran, emergen relatos que ayudan a leer un país en transformación, un país que atraviesa tensiones profundas pero que también busca esperanza y espacios donde reencontrarse.

Por eso son tan valiosas las iniciativas públicas y universitarias que integran estas dimensiones. No se trata solo de aprender algo nuevo, sino de experimentar el conocimiento desde otros lugares: con los sentidos, con la imaginación, con la comunidad. La Universidad de Santiago (Usach), con su tradición de institución pública y de puertas abiertas, ha demostrado una y otra vez que estos encuentros no solo son posibles, sino necesarios para fortalecer nuestra vida en comunidad. Ahí están la Feria Científica, los Conciertos Cielos, los recorridos históricos y patrimoniales, y tantas otras actividades que, año a año, reafirman que el conocimiento puede -y debe- ser una experiencia compartida, capaz de emocionar, sorprender y convocar a personas de todas las edades.

Chile aún mantiene una brecha profunda en cultura científica. No porque falten investigaciones -abundan grupos de excelencia y proyectos de frontera en todo el país- sino porque necesitamos más espacios donde la ciencia dialogue con la vida cotidiana. Espacios donde niñas, niños, jóvenes y personas adultas puedan tocar, preguntar, equivocarse, descubrir. Los eventos recientes, incluido el IV Festival de Ciencia 2025 organizado por la Usach, muestran que la ciudadanía sí quiere ser parte. Sí quiere escuchar y ser escuchada. Sí quiere entender cómo los avances científicos se relacionan con su salud, su entorno, su trabajo y su bienestar. Y eso importa.

En un tiempo marcado por la polarización, la desconfianza y la velocidad, detenernos un día para observar una demostración científica, escuchar un concierto inspirado en temas de ciencia, participar en un taller o conversar con investigadores e investigadoras puede parecer un gesto pequeño. Pero no lo es. Es un acto cultural profundo: un recordatorio de que pensar también es un derecho; que la curiosidad no tiene edad; que la ciencia puede transformarse en un abrazo social cuando se vuelve cercana, comprensible y humana.

Las iniciativas recientes, grandes o pequeñas, revelan un país dispuesto a emocionarse con el conocimiento. A reencontrarse en espacios donde la ciencia no divide, sino que abre puertas. Donde la colaboración desplaza al miedo, y la imaginación reemplaza al desencanto.

Tal vez ahí, en esa mezcla de preguntas, sensibilidad y comunidad, esté una de las claves para imaginar un Chile más dialogante, más informado y, sobre todo, más consciente de su propio potencial.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado