Probablemente uno de las graves dificultades que encontrará la "Comisión de Expertos" en su tarea de redactar un nuevo texto constitucional para Chile tendrá que ver con un concepto: bien común.
Muy difícilmente reconocerán, estos "expertos", que uno de los efectos más destructores del capitalismo y de la ideología política que lo representa -el neoliberalismo- es que han pretendido matar el concepto de bien común. Este hace varias decenas de años desapareció de las preocupaciones políticas y ha sido reemplazado por otros como rentabilidad, ganancia, flexibilización, esfuerzo individual, mérito, competitividad.
Pero ¿qué es el bien común? En el plano material podemos decir que es el acceso a los bienes básicos: alimentación, salud, educación, vivienda digna, energía, seguridad, entretención y comunicación. En el plano que llamaremos del espíritu es la igualdad, el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica.
Hay otro factor que debe ser considerado: el bien común no puede ser concebido solo antropocéntricamente, no es sólo humano, sino que incluye, o debe incluir, a la naturaleza. La economía política no puede cuidar sólo del bienestar material de los seres humanos, sino de todos los demás seres no humanos que igualmente necesitan tener agua no contaminada, suelos no envenenados, aire sin polución para su existencia y desarrollo. Sin entender que el bien común debe integrar a la naturaleza y sus formas, éste no será capaz de satisfacer las necesidades humanas más básicas.
Para ello, siguiendo el pensamiento de Leonardo Boff en su libro "Ética y Moral: La búsqueda de sus fundamentos": "...hay que dar hegemonía a la cooperación y no a la competencia. Si no se produce ese cambio, dificilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un futuro que valga la pena. La cooperación se refuerza con más cooperación, pues aquí reside la savia secreta que alimenta y revigoriza permanentemente el bien común. Si queremos garantizar un futuro común de la Tierra y de la humanidad, se imponen las virtudes cardinales imprescindibles: la búsqueda del bien común, la autolimitación y la justa medida. Las tres son expresiones de la cultura del cuidado y de la responsabilidad".
Hoy se cambia la libertad del hombre/mujer político de ser, por la libertad que ofrece el mercado para comprar, para consumir; el bien común, por el bien particular; y la solidaridad, por la competencia.
Esto está en abierta contradicción con la forma como se han construido las sociedades, las bases siempre han sido las mismas: El trabajo activo, la participación y la cooperación del conjunto de la sociedad, es decir, la existencia de formas más o menos imperfectas de solidaridad. Cuando se construyen sociedades que niegan estos valores se empuja a los individuos a garantizar lo suyo. Así se crea el individualismo, que se expresa en las cuestiones más cotidianas: mi familia, mi casa, mi auto, mis fondos previsionales, mi trabajo, mi sueldo.
La sociedad capitalista motiva al individualismo, no existe un nosotros, existe un yo. El neoliberalismo defiende concepciones políticas y sociales directamente opuestas al bien común. Su fin es el mercado, el dinero, el lucro no la persona, solo el chorreo hace posible que las mayorías, eventualmente, obtengan beneficios; ya que quien tiene que ganar es el mercado aunque la sociedad pierda. Se plantea la quimera de que es el mercado el que regula y resuelve todo.
Debilitar al Estado, que es por esencia el administrador del interés general, a través de continuar con la privatización, busca legitimar el interés particular en detrimento del interés general y atenta en contra del bien común.
Globalización, competencia, liberalización, desregularización, privatización son ideas fuerza del capitalismo y se constituyen en problemas graves para comunidades y sociedades que quieren vivir en armonía con la naturaleza y en busqueda de satisfacer las necesidades más fundamentales de la sociedad, en definitiva imaginan construir una sociedad comunitaria.
Esto se asocia con la lógica de producción del sistema, que sabemos es mundial y con la instauración de una cultura consumista y del desecho que se ha ido instalando en muchas personas y comunidades. El sistema produce cada vez más, sin poner límites al crecimiento, entendido este solo en términos monetaritas, se crea el fetichismo de la mercancía para que podamos consumir cada vez más, sin poner límites a ello, como si ahí estuviere la realización y la felicidad.
La consecuencia de estas políticas, hoy hegemónicas, son esenciamente tres: ecológica, por la depredación de la naturaleza; social, por la mantención y la creación de nuevas desigualdades y moral, el hedonismo y el nihilismo aparecen reinando en nuestra sociedad.
Me pregunto si esta mirada del bien común estará en la discusión de los comisionados "expertos", más aún cuando dadas las condiciones políticas y de la naturaleza pareciera que como comunidad no tenemos elección: o cambiamos nuestras normas fundamentales y, siguiendo a Boff, nos guiamos por el cuidado y la responsabilidad colectiva, autolimitándonos en nuestra voracidad consumista y viviendo la justa medida en todas las cosas en la perspectiva del bien común humano y ambiental; o tendremos que afrontar nuevas tragedias en la vida de las personas, el medio ambiente y la naturaleza.
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