La idea de buscar ayuda psicológica cuando nos encontramos sufriendo algún tipo de malestar emocional o de dificultad para relacionarnos con nuestro entorno es, sin duda, una buena forma de cuidarnos, pero pareciera que para los hombres sigue siendo algo lejano y hasta un tema tabú aún en la actualidad.
Lo señalo a propósito de los múltiples estudios que nos muestran cómo los hombres acuden mucho menos que las mujeres al psicólogo o psicóloga en momentos de sufrimiento, y que se ve afectada nuestra salud mental por distintas razones, generando un daño profundo a nuestras vidas y las vidas de los demás.
Al parecer, sigue siendo un problema para muchos hombres mostrarnos vulnerables y buscar ayuda en momentos críticos, como si el hacerlo nos restara puntos de una masculinidad insostenible que nos ha hecho creer históricamente que somos seres fuertes, racionales, independientes y que debemos salir adelante por nosotros mismos.
En otras palabras, es como si acudir al psicólogo o psicóloga de parte de los hombres nos hiciera más débiles, más femeninos, más infantiles, más emocionales y hasta más homosexuales incluso, al asociar la hombría en contraposición a lo anterior, como si nuestra masculinidad tenga que ser inquebrantable y no pueda ejercerse de manera libre y plural.
Las consecuencias de perpetuar aquella masculinidad insostenible están a la vista: son los hombres quienes principalmente se suicidan, mueren por conducir a alta velocidad, quienes matan, violan y generan una violencia brutal no sólo a las mujeres, a otros hombres y a nosotros mismos, sino también a otros animales y a la vida en el planeta en general.
De ahí que los hombres vayamos poco al psicólogo o psicóloga sea solo un síntoma de una masculinidad atrofiada emocionalmente, que solo se permite manifestar la rabia, escondiendo así inseguridades, fobias, ansiedades y tristezas, producto de una historia de vida, que se prefiere no observar ni compartir con los demás, por miedo a la vergüenza de sentirse menos hombre.
Por lo mismo, en momentos de cesantía, separaciones, crisis económica, maltrato laboral o pobreza, los hombres nos encerramos mucho más en nosotros mismos, ya que a diferencia de las mujeres, nos cuesta mucho revisar nuestro mundo interior y vernos como seres relacionales, al estar inmersos en una civilización patriarcal, que impuso a los hombres ciertos mandatos que nos están llevando a la autodestrucción como humanidad.
El resultado de aquella masculinidad de la muerte a nivel planetario nos ha llevado a una crisis ambiental y al borde una guerra nuclear sin precedentes, que pareciera aún no ser suficiente para hacer un giro en nuestra forma de vivir, repitiendo narrativas sobre el progreso y el desarrollo que no llevan a ningún lado diferente y que solo perpetúan los malos vivires.
La última pandemia pudo ser una oportunidad de cambio, sobre todo considerando lo vulnerable que nos sentimos y lo importante de la interdependencia para sobrevivir, pero no fue suficiente para una masculinidad insostenible, incapaz de hacer algo tan básico de acudir a un psicólogo o psicólogo en momentos de malestar, negando nuestro propio cuidado y creyendo que el planeta nos pertenece, en vez de vernos como parte de él.
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