El lado incorrecto de la historia

La derrota duele más a los iluminados. Es difícil asumir un resultado desfavorable cuando se está convencido de estar en "el lado correcto de la historia". Inconscientemente sabemos que los malos no deben ganar y, cuando eso pasa, la frustración e impotencia se vuelven inevitables.

Esta lógica maniquea es bien advertida en las criticadas e históricas declaraciones del ministro Jackson. Para él, no se trataba sobre la eficiencia o responsabilidad de su administración -atributos ciertamente deseables en cualquier gobierno-, sino más bien sobre "la escala de valores" que los guiaba, superior no solo a la del gabinete que sucedieron, sino que también a la de toda una generación que les antecedió. Cuando se piensa así, la derrota política duele, frustra y desorienta. ¡Y vaya que desorienta! Bien lo sabe el gobernador porteño Rodrigo Mondaca, quien post-plebiscito declaró "sentir la incertidumbre de no reconocer el lugar que habita" (lugar que no solo habita, sino que también dirige).

Pensando en el proceso que se nos viene, acá se advierte un desafío gigantesco que será difícil de superar: el fin de esa lógica maniquea que ha reinado en los últimos tres años. Para muchos, el debate constitucional nunca fue jurídico ni político, sino que derechamente moral. Quizás por lo mismo fue cobrando un sentido especial el apoyo en campaña de actores o figuras internacionales. No se buscaba nutrir el debate con sofisticados argumentos, sino que sencillamente confirmar esa sensación ya declarada. Esa es la tranquilidad que, también, transmitió el otrora cierre multitudinario y los gritos estridentes en un concierto del Movistar Arena. El alivio de saber que no se está solo, que se tiene la opinión "correcta".

En su último libro, el economista Thomas Piketty advierte sobre lo fácil que resulta denunciar instituciones opresoras o "desigualitarias". Lo complejo, a su juicio, es acordar instituciones que permitan avanzar hacia mayor igualdad. ¿Por qué? Pues porque se trata de un proceso que, necesariamente, "requiere aceptar la deliberación, la confrontación de opiniones, la descentralización, las cesiones y la experimentación (...) aceptar que podemos aprender de las trayectorias y experiencias históricas de otros".

Es anecdótico que la frase sea de uno de los referentes y promotores del Apruebo, porque bien sabemos que esto es precisamente lo que no sucedió en la Convención. Pero más allá de eso, Piketty nos recuerda que un proceso de construcción no se basa en "buenos" venciendo a "malos", sino más bien en el respeto y la valoración de todos.

Esta idea es transversal. No habrá aprendizaje ni inclusión posible si seguimos pensando que algunos están en el lado incorrecto de la historia.

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