¿Fin al seguro único? Una nueva estrategia para reformar el sistema de salud

El ingreso al gabinete de la ministra Ximena Aguilera es una jugada estratégica del Presidente Boric. Salubrista reconocida por sus pares, partidaria de un seguro único de salud, pero al mismo tiempo académica de la Universidad del Desarrollo, con amplias simpatías en el sector público y privado. Un apuesta difícilmente mejorable.

Sin embargo, la ministra tiene una tarea difícil. Debe avanzar en reformas en salud en un contexto de una coalición de gobierno extremadamente fragmentada y una oposición aglutinada en torno al Rechazo, que no sabe qué reforma de salud quiere, pero sí sabe una cosa: no quiere un seguro único de salud, y tiene los votos para impedirlo.

La ministra tiene dos opciones. La primera es insistir en un seguro único. Un camino estéril en contexto político actual, que culminará inevitablemente en cuatro años más sin ninguna reforma al sistema de financiamiento. Los problemas por cierto se seguirán acumulando y completaríamos al final del actual período presidencial dos décadas sin reformas relevantes al financiamiento en salud.

Una segunda opción es aceptar que la política es el arte de lo posible y que una serie de reformas, de menor magnitud que un seguro único, pero muy relevantes también, podrían poner fin a parálisis legislativa en salud. Estas reformas generarían beneficios concretos a los pacientes hoy, dejando el camino avanzado para que otro gobierno, con otra Constitución, haga cambios más profundos.

Un primer proyecto clave que podría encontrar apoyo en la oposición es uno que modernice Fonasa, haciéndola realmente independiente del ciclo político, mejorando su administración, con un directorio de estructura similar al Banco Central. Al mismo tiempo, es necesario que un nuevo Fonasa mejore la integración del sector prestador, público y privado, que deben dejar de funcionar como dos compartimientos estancos, donde si bien un paciente es atendido en los dos sistemas, y su atención es pagada por Fonasa, no existe coordinación ni continuidad en el tratamiento.

Del mismo modo, definir un plan de salud y garantías específicas para los pacientes en todas las enfermedades, no sólo el GES, debe estar también entre los cambios que se incorporen al seguro estatal. Hoy en día, los pacientes no tienen garantías definidas (salvo para el GES) y cuando su atención es postergada no existen mecanismos claros para resolver esta espera en forma efectiva.

Un segundo proyecto, viable políticamente, es la creación de una Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias, tomando como modelo el National Institute for Health Care Excellence inglés. A medida que existen nuevas terapias, cada día más costosas, hay que tomar decisiones más difíciles. ¿Cuánto es el límite a pagar por un tratamiento? ¿Debemos financiar un medicamento que cuesta varios millones de pesos (y prolonga la vida sólo ocho meses), de pacientes con un tipo de cáncer poco frecuente? ¿Debemos hacerlo aun cuando eso signifique que no haya recursos para medicamentos altamente efectivos y más baratos para enfermedades al corazón que son mucho más frecuentes?

Algunos dirán que financiemos las dos terapias, pero como el gasto en salud no puede crecer en forma infinita (ni siquiera en países desarrollados), esto no es posible. Debemos elegir. Crear una institucionalidad autónoma, que evite que el debate en torno a que tratamientos financiamos termine en tribunales o decidiéndose con base al lobby de empresas farmacéuticas en el Congreso o en el ministerio respectivo, es clave para la subsistencia de nuestro sistema de salud.

Ambas medidas, la modernización de Fonasa y la creación de una Agencia para la Evaluación de Tecnologías Sanitarias, significarían avances sustantivos para los pacientes y podrían contar con los votos para ser aprobadas. Ninguna de las reformas resuelve todos los problemas de nuestro sistema de salud, pero un conjunto de reformas como las propuestas, más acotadas pero viables, nos acercan un paso más a la solución.

Las comisiones de reforma a los sistemas de salud y las campañas electorales son el territorio de los sueños, las emociones y las palabras grandilocuentes. Cuanto antes salga la ministra de ese territorio de los sueños y defina reformas que efectivamente tengan posibilidades de ser aprobadas, más rápido podrá mostrar el gobierno lo que la ciudadanía reclama urgentemente: mejoras en sus condiciones materiales de salud hoy.

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