Cuando analizamos el impacto de la tecnología en el proceso educativo de las nuevas generaciones, inevitablemente ponemos foco en los centros urbanos de mayor densidad escolar. Es ahí donde, sin duda, podemos ver muestras concretas del cambio que se produce cuando propiciamos instancias de aprendizaje acordes a lo que el siglo XXI está demandando.
¿Pero qué sucede en espacios rurales, en donde muchas veces un mismo profesor debe enseñar simultáneamente a alumnos de diferentes niveles?
¿Cómo podemos estimar ahí el aporte de las nuevas tecnologías en la instrucción académica?
Una investigación a 152 establecimientos rurales durante 2016, apoyada por CORFO, indicó que el 27% de ellos no se encuentra en condiciones de utilizar la tecnología. Estamos frente a una dura realidad, que nos invita a intervenir para romper con ese círculo y que la experiencia en la sala de clases, para docentes y alumnos, sea distinta y provechosa.
Por su característica innata, las tecnologías no tienen límites territoriales. Por esta razón, estamos trabajando junto al programa Puentes Educativos, cuyo objetivo es enriquecer las prácticas pedagógicas, a través de metodologías innovadoras de enseñanza para la educación pública rural. Esta es una posibilidad real de generar un impacto positivo en comunidades que suelen verse afectadas por su lejanía, aislamiento o falta de recursos.
A través de la colaboración con 11 escuelas de la localidad de Chépica, en la Sexta Región, alumnos y profesores de Educación Básica podrán contar con dispositivos tecnológicos para tener una nueva aproximación al aprendizaje de distintas materias escolares a través de proyectos prácticos. Es una contribución que para toda esta comunidad significará un cambio en la manera en que acceden e interactúan con contenidos educativos.
Ventajas como la mayor colaboración, una mejor utilización del tiempo en aula, flexibilidad y capacidad de adaptación al aprendizaje, mejor comunicación entre docentes y alumnos, mejores datos de análisis y exploración, entre muchas otras, nos indican que la tecnología debe seguir implementándose en la sala de clases. Y quienes operamos en el mundo de la tecnología tenemos mucho que aportar para ese objetivo.
Concordamos con la UNESCO cuando afirma que “se hace evidente la importancia de diseñar e implementar políticas públicas en esta materia, que abarquen desde el incentivo a la producción hasta su almacenamiento, difusión y finalmente su uso en los diferentes niveles educativos”.
Desde nuestra mirada, un trabajo coordinado entre el mundo académico, organismos públicos y la empresa privada es lo que Chile necesita para dar un salto cualitativo en materia educacional de cara a los próximos años.
Un proyecto como el de Chépica, tiene un potencial de replicarse gradualmente en las alrededor de 2.000 escuelas rurales que tiene Chile, y cambiarle la cara a la educación rural.
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