Recientemente la Presidenta Bachelet anunció el envío de un proyecto de Ley que crea un fondo especial para cubrir las licencias médicas de los padres de hijos que padecen enfermedades graves, la llamada “Ley de Cuidados” que, según dijo la propia Presidenta en su Twitter, es para que “Chile sea más justo”. Si bien la iniciativa busca solucionar un problema que afecta a miles de padres y madres que no pueden cuidar adecuadamente a sus hijos porque en sus trabajos no obtienen los permisos de ausencia, lo cierto es que margina a una gran cantidad de personas que también ejercen la labor de cuidadores, pero con sus padres o familiares mayores.
Es sabido por todos que Chile es un país envejecido. Cada día hay cerca de 100 mil nuevas personas mayores en el país que esperan vivir en promedio, después del retiro laboral, 25 años y de esos, al menos 15 se viven en buenas condiciones. Pero, ¿qué sucede cuando a nuestros familiares mayores se les diagnostica Alzheimer, deterioro cognitivo u otras demencias? ¿Qué pasa cuando tengo a mi padre o madre postrado y no tengo la posibilidad de institucionalizarlo en un hogar?
En el Chile de hoy no existe una real oferta de cuidado para las personas mayores. Están los hogares de beneficencia, que están saturados y, por otro lado, están las residencias particulares que, para muchos, son impagables. Por lo mismo, en más de 80% de los casos, es la familia quien termina cuidando en su casa a la persona de edad, sin contar con la información e instrucción básica para ejercer dicha labor.
A medida que el familiar que recibe el cuidado va envejeciendo, aumenta la dependencia. Por lo mismo, muchas veces quien ejerce el cuidado debe dejar su trabajo, ya que no cuenta con los recursos para contratar un cuidador domiciliario o, sencillamente, no quiere hacerlo porque siente que esa es su manera de retribuirle a la persona que cuida.
Se entra así en un círculo vicioso en el que el grupo familiar debe sumar a sus gastos básicos, el cuidado de un familiar mayor dependiente y restar el ingreso de uno de los miembros de la familia. Esto conlleva una serie de cambios en la dinámica familiar, merma el clima interno y gatilla una serie de conflictos que pueden terminar en maltrato hacia la persona mayor y en enfermedad de quien ejerce el cuidado (el llamado síndrome del cuidador).
Ahora que se están oficializando las candidaturas presidenciales, sería bueno que quienes aspiran a la primera magistratura (de los cuales muchos son adultos mayores) consideraran el envejecimiento no solo desde las pensiones, sino como un proceso que comienza desde que nacemos y que tiene diversas aristas, una de ellas es el quién y cómo cuida a aquellos mayores con dependencia severa, con demencias u otras enfermedades graves.
La Ley de Cuidados, cuida efectivamente a los niños, pero desgraciadamente, descuida a los mayores.
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