El Día Nacional de la Solidaridad se ha vinculado a San Alberto Hurtado en honor a su legado, materializado en el Hogar de Cristo una de las organizaciones filantrópicas de mayor tamaño y extensión, que ha contribuido junto a ello a mejorar las políticas públicas e innovar en las soluciones sociales frente a la pobreza y vulnerabilidad.
El Hogar de Cristo nació como un lugar de acogida para la gente en situación de calle, en la comuna de Estación Central, en 1945. En todos estos años ha sido una institución líder y referente de otras organizaciones sociales y ha transmitido en los hechos el ideario de su fundador.
A finales de la misma década nació la Sociedad Pro Ayuda del Niño Lisiado (SPANL), institución integrada por un grupo de médicos, padres y educadores que durante 31 años trabajó con gran esfuerzo, pero con precarias condiciones económicas, en beneficio de la rehabilitación infantil. En 1978 se transforma en una cruzada nacional y comienza a replicar en todo el territorio su obra por los niños y que hoy conocemos como Teletón.
Sin duda, al pensar en Solidaridad en nuestro país es inevitable recordar ambos pilares, pero hay cientos, sino miles de instituciones que con distinto alcance ejercen la solidaridad desde el tercer sector, esa diversidad y riqueza delinea un actuar flexible y creativo al que muchas veces el Estado es ajeno.
Aún con sus limitaciones y precariedad de recursos, las organizaciones solidarias luchan en la frontera de la exclusión social, en los márgenes dónde la inversión fiscal es insuficiente. Por eso que es muy importante que este día no pase inadvertido. Es necesario para una sociedad más justa y democrática fortalecer el rol de la sociedad civil y las sociedades intermedias que contribuyen al bien común.
Enfrentar el desafío implica necesariamente avanzar en proponer un conjunto de políticas públicas que se haga cargo de esta realidad impulsando, por ejemplo, un nuevo régimen de incentivo a las donaciones, simple y que valore el aporte de personas y empresas en la diversidad de la realidad en que actúan las organizaciones solidarias.
Pero también implica fortalecer su gestión promoviendo estándares de transparencia, impulsando la generación de evidencia y trazabilidad de sus resultados, como también el desarrollo y transferencia del conocimiento.
Alternativamente, es momento de evaluar e implementar modelos de inversión social de doble impacto (social y económico), que contribuyan con nuevas formas de financiamiento desde el sector privado.
Queda mucho por avanzar, pero debemos partir desde el reconocimiento de que la solidaridad es la piedra angular de una sociedad más justa, un ejercicio que promueve restituir a quien se le ha privado, pero más aún, la solidaridad es la manera más concreta de reconocer en uno y en todos nuestra dignidad humana.
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