La pandemia ha traído consigo miedos, temores y desazón ante la incertidumbre, pero por sobre todo, reflexión. Sociedades convulsionadas, desastres económicos de magnitud, grave amenaza a la salud de las personas, causada por un virus invisible pero letal, han marcado estos tiempos. El rol de la mujer, en todos los ámbitos, no solo ha sido un punto de inflexión para hacer frente a esta nueva realidad, sino también, ha cumplido una misión clave aportando con poder de decisión, sabiduría y prudencia.
Hoy en medio de la crisis, las mujeres, ya sea en la primera línea, en el hogar, en la empresa o en la cúpula política, han sido fundamentales para salir adelante y contener los impactos sociales, económicos y sanitarios. Lograr algo que parecía simple, como garantizar que la vida cotidiana funcione, ahora frente a los peligros, ha sido un esfuerzo titánico, y más aún, cuando niñas y niños retoman nuevamente las clases; cuando además se está retornando al trabajo presencial o semipresencial, sin descuidar los permanentes quehaceres del hogar.
Lo preocupante es que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la mujer durante la pandemia, además de haber perdido salud, bienestar social y condiciones económicas, ha tenido que afrontar una mayor responsabilidad en el hogar, un mayor riesgo de pérdida de empleo y disminución o nulos ingresos, además de estar expuesta al aumento de violencia intrafamiliar, abuso y/o explotación, como se ha demostrado en las encuestas, en todo el mundo.
Sin duda, Chile mantiene deudas de género, como la falta de paridad en altos cargos y la persistente brecha salarial, así como una corresponsabilidad parental aún incipiente. Un desarrollo humano sostenible, requiere generar condiciones absolutas de igualdad de género, sin dejar a nadie atrás, sobre todo porque se ha demostrado el enorme aporte que representa la inclusión de la mujer al mundo laboral, científico y académico y su valiosa contribución a una sociedad más equitativa, con una mirada y perspectiva particular, desde la experiencia de la mujer.
Esta crisis vino a mostrarnos que las mujeres han aportado de forma sólida y certera frente a estos nuevos desafíos, tanto en los gobiernos, como en las organizaciones y las empresas, y por supuesto, en mantener la cohesión de la familia.
Estamos ad portas de las elecciones de los constituyentes, -quienes tendrán el desafío de trazar las líneas de la nueva Constitución-, y es precisamente el momento de incorporar más voces femeninas expertas y visionarias, en un equilibrio de género en la toma de decisiones y en la discusión y elaboración de nuestra Carta fundamental. Si bien, es cierto que las mujeres han logrado importantes avances en la participación en cargos políticos y empresariales en todo el mundo, su representación en los parlamentos nacionales solo alcanza al 23,7%. El sistema de cuotas implementado en 2017 en nuestro país demostró ser una herramienta efectiva en este sentido, como transición, mientras avanzamos en la construcción de una cultura de equidad.
La crisis nos ha develado un momento histórico con rostro de mujer; y como país tenemos el gran desafío de consensuar, con toda nuestra amplia gama de diferencias, una sociedad más equitativa, donde el rol de la mujer se valore y se reconozca, de modo que, para las próximas futuras generaciones, no implique una lucha permanente, sino que quede asentado en las bases de la sociedad.
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