Chile rural avanza en conectividad digital

La semana pasada en la Región de Ñuble se llevaron a cabo sendas ceremonias que marcaron hitos en materia de conectividad digital en dicha región. Por un lado, se inauguró la primera antena de conexión a internet satelital financiada por el proyecto Comunidades Conectadas de Naciones Unidas y el gobierno de chile, en la junta de vecinos de Magdalenas Alto, comuna de Coelemu.

Seguidamente, Copelec, la cooperativa eléctrica del Ñuble, inauguró su punto de conectividad de fibra óptica en la sede de la cooperativa de agua potable rural el rosal, en la comuna de Pinto. Ambos hitos demuestran que la colaboración entre el estado, el sector privado y las agencias de cooperación internacional logran generar un círculo virtuoso que mejora la calidad de vida de las personas.

Durante años, la brecha digital entre el mundo urbano y rural ha sido uno de los rostros más visibles de la desigualdad territorial en Chile. Sin embargo, las cifras más recientes permiten mirar con optimismo un cambio de tendencia. Según datos oficiales, la distancia en acceso a internet entre la ciudad y el campo se ha reducido de manera significativa. En 2023, la cobertura alcanzaba 95% en zonas urbanas y 89,5% en zonas rurales, marcando una brecha de 5,5 puntos porcentuales. Un año después, los números mejoraron: el acceso urbano llegó a 96,8% y el rural a 94,5%. Hoy, la diferencia es de solo 2,3 puntos, la más baja desde que existen registros comparables.

Estos avances no son casualidad. Entre 2021 y 2024, la tasa de conexiones residenciales de internet fijo -aquellas que ofrecen mejor calidad y estabilidad- aumentó de 17% a 24% en comunas rurales, de 32% a 38% en comunas mixtas y de 68% a 69% en comunas urbanas. Se trata de un progreso sostenido, respaldado por políticas públicas consistentes y una mayor inversión estatal y privada en infraestructura digital.

Aun así, las cifras también muestran el lado pendiente de la historia. Más de la mitad de los hogares rurales sigue dependiendo exclusivamente de conexiones móviles, el doble que en las zonas urbanas. En materia de internet fijo, la cobertura sigue siendo desigual: llega al 72% de los hogares urbanos, al 50% en comunas mixtas, y solo al 32% en comunas rurales. En contraste, el acceso a internet móvil presenta una distribución más pareja, con coberturas que oscilan entre el 80% y el 90% de los hogares. En el mundo rural, el smartphone es el principal dispositivo de conexión: 51,4% de las personas accede a internet exclusivamente a través del teléfono móvil.

El Estado ha desempeñado un papel decisivo en este proceso. Durante los últimos tres años, ha destinado montos significativos para cerrar la brecha digital, principalmente a través de tres líneas de inversión: el Fondo de Desarrollo de las Telecomunicaciones, que impulsa la licitación de bandas para telefonía móvil; Fibra Óptica Nacional (FON), con una inversión superior a 75 mil millones de pesos, que ha beneficiado a 196 comunas rurales y mixtas; y el programa Última Milla, en colaboración con los Gobiernos Regionales, que ha destinado más de 146 mil millones de pesos para mejorar la conectividad de unas 1.239 localidades a lo largo del país.

Estos esfuerzos reflejan una política pública activa y sostenida. Sin embargo, la conectividad digital no puede medirse solo en términos de acceso, sino también de calidad, asequibilidad y uso significativo. La tarea pendiente es garantizar que la población rural no solo se conecte, sino que pueda hacerlo con la misma calidad, estabilidad y oportunidades que quienes habitan en zonas urbanas.

Cerrar definitivamente la brecha digital es mucho más que una meta tecnológica: es una condición básica para la equidad territorial, la productividad y la inclusión social. Los avances son innegables. Pero el desafío, hoy, es asegurar que la conectividad rural deje de ser una excepción y se transforme, por fin, en uno de los motores que impulse el desarrollo de la ruralidad en el país.

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