Compitiendo contra la IA: elegir nuestro futuro tecnológico

Si decides competir contra una máquina, perderás. La historia ya lo demostró: hace casi 30 años, Deep Blue derrotó a Garry Kasparov, entonces campeón mundial de ajedrez. Años después, AlphaGo hizo lo propio con Lee Sedol, maestro absoluto del Go. Ambos episodios marcaron un punto de inflexión, no porque la humanidad perdiera un juego, sino porque quedó claro que la computación superaría capacidades humanas específicas más rápido de lo que imaginábamos.

Pero lo más interesante ocurrió después. Hoy se juega más ajedrez que nunca. El Go vive una popularidad global inédita. ¿Por qué? Porque como seres humanos podemos elegir. Al igual que cuando la NASA creó una dieta "perfecta" y, aun así, seguimos cocinando y saliendo a comer. No todo avance tiene por qué reemplazar hábitos que valoramos. La tecnología transforma, pero también convivimos con ella, la moldeamos y decidimos cuándo adoptarla.

Sin embargo, elegir no es sinónimo de ignorar. El potencial de los algoritmos, su capacidad de aprendizaje exponencial y la forma en que reordenarán estructuras sociales y productivas exige que estemos a la altura del desafío. La responsabilidad de entender y orientar esta revolución es tan humana como necesaria.

La pregunta ya no es si la IA superará nuestras capacidades en ciertas tareas: eso está ocurriendo. La pregunta es qué implicancias éticas tendrá seguir asignando determinadas actividades a humanos cuando una máquina puede ejecutarlas con mayor precisión y menor riesgo. Si un profesional altamente calificado tiene 5% de margen de error en una tarea crítica y un sistema automatizado solo falla en 2%, ¿hasta qué punto será ético mantener la responsabilidad en manos humanas? Nos parecerá extraño hoy, pero pronto esa reflexión será inevitable.

Un reciente estudio de CoMOV para la OTIC de la Cámara Chilena de la Construcción lo confirma: la reconversión laboral ante la automatización es urgente, costosa y profunda. Y no solo desafía a trabajadores operativos; también a directivos y gerentes. Adaptarse ya no es una opción técnica, es un liderazgo necesario.

Como sociedad, crecemos cuando nos exigimos. Nos impulsan los desafíos que ponen a prueba nuestro talento y capacidad. Por eso, en Idiem trabajamos para integrar y desarrollar competencias digitales, no solo para nuevos servicios para la industria, sino también para mejorar nuestros propios procesos y fortalecer las capacidades de nuestros equipos. La transformación digital no es un proyecto: es un camino continuo.

Muchos coinciden en que el futuro más virtuoso será aquel donde personas y máquinas colaboren. Si eso es así, nuestro doble desafío está claro: comprender el potencial de la tecnología y, en paralelo, cultivar las cualidades humanas que ninguna máquina puede replicar: criterio, ética, empatía, creatividad y propósito. El desafío no es vencer a una máquina, sino asegurar que sigamos eligiendo qué tipo de sociedad queremos construir.

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