Tenía solo nueve años cuando su vida cambió para siempre. En lo profundo de la noche, mientras debiera haber estado durmiendo y protegido, escuchó lo que sin duda era un disparo, en realidad una ráfaga. Perplejo vio llegar a su papá hasta la puerta, donde cayó atrapado en la hostilidad de dos bandas que nada tenían que ver con él. No solo perdió a su papá, sino que, en ese instante, fue consciente de lo frágil y vulnerable que es su vida.
Una víctima invisibilizada de la delincuencia, que pone en evidencia la efectividad de las políticas públicas frente a la violencia y el actuar del crimen organizado.
El plan "Calles sin Violencia", hoy nuevamente en revisión, buscaba abordar el aumento de asesinatos y enfrentamientos armados en zonas clave. Sin embargo, aunque se observa una mejoría en la reducción de delitos graves en algunos sectores, surge la pregunta de si se está atacando la raíz del problema o simplemente mitigando sus consecuencias. La estrategia pretendía disminuir la prevalencia de la violencia en espacios públicos, mediante la asignación estratégica de fuerzas del orden y la colaboración interinstitucional para abordar delitos graves. No obstante, el programa enfrenta una baja aprobación de su efectividad, entre otras, por su insuficiente enfoque en la prevención social.
Un plan que muestra asimetría en sus componentes, en que el control policial, efectivo y necesario, es sólo el final de una cadena cuya efectividad y sustentabilidad, requiere actuar antes, en las causas y no sólo en los efectos del delito. Aunque se esboza en su diseño, carece de estrategias para disuadir a los jóvenes de unirse o participar en actividades delictivas, no obstante, se observa una participación creciente de este grupo en delitos violentos contra las personas y bandas especializadas de grupos extorsivos o de narcotráfico.
Algunas comunas han visto mejoras, pero otras no han experimentado cambios significativos. Esto sugiere problemas de implementación y adaptación a las realidades locales. La dimensión territorial y las condiciones de exclusión social de un territorio son fundamentales para la prevención de la violencia. Asimismo, la presencia de un conjunto de factores de riesgos a la base de conductas antisociales, puede ser una mejor herramienta de focalización que los homicidios consumados.
Hogares, escuelas y comunidades seguras previenen la delincuencia juvenil y el desarrollo de carreras delictivas violentas. Es fundamental, entonces, impulsar dentro de este plan una "Agenda Temprana de Prevención Social", que mejore el enfoque preventivo mediante la adopción de programas y estrategias basadas en evidencia. Necesitamos fortalecer los vínculos locales y promover la participación comunitaria para la prevención de conductas delictivas, basada en acciones impulsadas por cada territorio.
Capacitar a padres y cuidadores en una crianza positiva. Apoyar en las escuelas iniciativas que enseñen a los niños la resolución pacífica de conflictos desde temprana edad. Tenemos oferta programática disponible. Para el trabajo comunitario se destaca "Comunidades que se Cuidan" de la Universidad de Washington, en competencias parentales está "PMTO", "Familias Unidas", "Familias Primero", "Triple P", "Crecer Jugando", en el desarrollo de Habilidades Socioemocionales "ICPS" y un conjunto de otros programas que cuentan con un alto estándar de implementación y que han mostrado resultados positivos. Junto a ellos que están disponibles en el sector privado, está también la terapia multisistémica en el Sistema Lazos de la SPD, pero con una cobertura insuficiente que no alcanza al 10% de la población objetivo.
Es fundamental que tengamos conciencia que la violencia golpea fuertemente a los niños, son ellos los que terminan pagando el costo de la delincuencia con cifras históricas de homicidios en este segmento, además de las víctimas de delitos tan terribles como el abuso o la explotación sexuales infantil. Los niños no deben crecer en entornos donde la violencia sea normalizada. Una estrategia que combine el control policial con la prevención social, permitirá mitigar la agresión a corto plazo y construir barrios fuertes y perdurables. Cambiemos el rumbo para que ningún niño más pierda la esperanza que puede crecer en un país que lo protege.
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