“Estela Estelar”, el duelo durante la infancia

La obra de teatro “Estela Estelar” nos invita a aproximarnos al mundo del duelo infantil desde los ojos de su protagonista, quien ha perdido a su madre.

En un viaje mágico Estela, junto a Sol y Raimundo, se encuentra con su madre, la siente cerca y a través de ella logra comprender las reacciones de su padre, distante y silencioso.

Esta obra es una experiencia para niños y adultos, pues invita a reflexionar sobre un tema - la muerte - que tendemos a evitar por el dolor que nos provoca o podría provocar. Estela nos muestra como los niños viven el duelo y las necesidades que requieren resolver.

Así aparece la pregunta sobre el silencio del padre, el que ella interpreta como olvido y desinterés, como también la necesidad de sentir una señal de su madre y de otros, que la acompañen en su proceso. Así es el duelo en los niños, múltiples preguntas y la necesidad de quién queda pueda escucharlas y resolverlas.

El procesamiento de la pérdida dependerá de muchas variables, sin embargo, existen algunos elementos generales que es fundamental considerar para acompañar a un niño que pierde a un ser querido y que “Estela Estelar” aborda sensiblemente con la mirada prístina de la niñez.

El primer elemento es la necesidad de que alguien escuche y acoja sus preguntas, pues la muerte ya es un hecho y silenciarla no hará que no exista, sino que sólo generará más y más preguntas, y más y más angustia. Además, los niños tienen una gran capacidad para imaginar y tienden a “rellenar la realidad” cuando no encuentran respuestas que les den seguridad.

La muerte del padre o la madre genera una sensación de caos y desorden, el mundo se vuelve inseguro en el imaginario de la infancia.

Por eso es necesario intentar conservar, pese a al acontecimiento, la rutina del día a día, como, por ejemplo, mantener la hora de acostarse, la hora de hacer las tareas, las visitas a la familia y las horas de comer. Así, aun cuando hay cambios evidentes, al menos habrá ciertas variables que se mantienen, generando una sensación de seguridad y certeza.

Otro elemento es la necesidad de contención emocional. Frente a la tristeza, es necesario acogerla y escucharla, no hay que negarla ni anularla, lo mismo pasa con la rabia. Cuando un adulto llora porque perdió a un ser amado lo dejaremos llorar y no le diremos “no pasa nada”; los niños tienen el mismo derecho a sentir y expresar. Es probable que a veces los adultos experimentemos temor cuando un niño llora, también da pena y no sabemos qué hacer.

Con frecuencia el temor nos lleva a generar “la conspiración del silencio”, es decir, aquí no ha pasado nada, todo debe seguir avanzando y hay que guardar u ocultar lo que sentimos.

Esta es una práctica demasiado habitual, pues nadie nos prepara para la muerte, aunque es la única certeza que tenemos y es también una de las grandes invitaciones que nos hace Estela con su viaje mágico al desierto: nos invita a escuchar la voz de los niños, a validar lo que sienten, y valorar sus experiencias.

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