Los resultados de la primera vuelta en las elecciones de Argentina pulverizaron los vaticinios de encuestas y opinólogos que, muy ampliamente, daban por hecho la victoria de la candidatura de ultraderecha, liderada por Javier Milei, y la derrota del peronismo, representado por Sergio Massa. En rigor, los oráculos hablaban de lo que ellos querían y no de lo que en realidad sucedía.
Incluso más, como los voceros de derecha disfrazan o encubren sus opiniones adjudicándolas a terceras opiniones o actores anónimos, hubo buen número de articulistas que, sencillamente, otorgaban al "mercado" una nueva y milagrosa capacidad: la predicción que Milei ganaría la presidencia en la primera vuelta evitando el balotaje.
Asimismo, no consideraron el fuerte descenso electoral que se registraba en torno a la candidatura de Patricia Bullrich, respaldada desde la derecha por el expresidente Macri y parte de las fuerzas de centro, de modo que la ausencia de la derecha tradicional de la segunda vuelta estuvo fuera del análisis de la mayoría de los "especialistas".
En definitiva, lo que sé dijo y trasmitió hasta el cansancio no fue lo que ocurrió. Ha pasado a ser repetitivo que se instale un escenario virtual, creado desde la imagen mediática, retransmitida tantas veces hasta que reemplaza la realidad. Como lo anticiparon geniales escritores de ciencia ficción: se crea un escenario imaginario qué pasa a ser real.
La derecha mediática no tuvo escrúpulos en sobredimensionar las expectativas electorales de la ultraderecha y minimizar las posibilidades del líder oficialista, Sergio Massa, dibujando una competencia electoral solo entre las fuerzas del libre mercadismo de modo que entre ellas se dirimiera, finalmente, el proyecto político que prevalezca en Argentina.
En América Latina, ya en los años 70-80, la dominación ultraconservadora de los grupos oligárquicos excluyó brutalmente del sistema institucional a las fuerzas populares y democráticas de izquierda mediante cruentas dictaduras, denominadas falsa y pomposamente por los represores que las ejercieron como "regímenes de la seguridad nacional", así arrasaron con derechos fundamentales de los pueblos y de la clase trabajadora, logrados en luchas de muchas décadas.
Así las fuerzas retardatarias y conservadoras expresan el objetivo del tutelaje, una institucionalidad perpetua con una cadena de cerrojos anti democráticos como la versión original de la Constitución pinochetista, vale decir, obstáculos que se convierten en una defensa infranqueable para el necesario proceso de cambios y evolución en democracia, haciendo imposible las reformas y su transformación democrática en el tiempo.
Ahora en Argentina quisieron reducir las alternativas sólo al ámbito del libre mercadismo y minimizaron el apoyo a Sergio Massa, ignorando su respaldo. Esa intentona fracasó. Pero, es clara su irresponsabilidad, porque no les importa a quien respaldar para usarlo y tomar el poder, sólo les interesa la ley de la selva en las relaciones sociales, sin solidaridad ni justicia social.
Las fuerzas transformadoras deben recoger la lección y no auto censurarse. Ante la euforia de la ultraderecha vale la serenidad y la altura de miras, pero no el silencio. La debilidad puede ser fatal. En nuestro caso, el futuro de la democracia está en juego.
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