Radicalizados, afines al terrorismo, extremistas, incitadores al odio y otros calificativos de similar naturaleza son los que el sionismo suele endilgar a la Federación Palestina de Chile, entidad que agrupa a las instituciones palestinas de nuestro país. ¿La razón? su denuncia de las permanentes contravenciones de Israel al Derecho Internacional y de sus consecuencias para el pueblo palestino, traducidas en despojo, opresión, destrucción, deshumanización, humillación y muerte por medio de la violencia ejercida por el ejército de ocupación, día tras día y durante 70 años.
Y en realidad no es extraña esta reacción destemplada, porque a nadie le complace recibir malas noticias; es un axioma largamente acuñado por la humanidad, el que se prefiera culpar al mensajero antes que a aquel que ha provocado los acontecimientos infaustos que el mensajero se ha permitido transmitir. El sionista sueña con ese país perfecto que sería Israel, nada menos que la materialización del ideal de justicia, libertad e independencia para “el pueblo judío” y por esa razón no puede aceptar la crítica que arriesga despertarlo de su sueño.
¿Pero se ha preguntado alguna vez el sionismo por el costo que esta “maravilla” ha tenido para el pueblo nativo que desde hace milenios habita el territorio de Palestina? ¿Debería importarle? El comportamiento y la actitud del ejército y de la mayor parte de la sociedad israelí nos dicen que no: la ocupación militar y el sufrimiento infligido a los palestinos no les importa e incluso, en tono de burla, los culpan a ellos por la situación en que viven.
Su única gran preocupación es por su seguridad, pese a que ésta se daba por descontada con la creación de Israel y el hecho de poseer un ejército hasta ahora imbatible. Sin embargo, es un hecho que los israelíes viven siempre en estado de temor y de máxima inseguridad.
Y he aquí la paradoja: la paz, que es lo único que puede otorgarles realmente esa esquiva seguridad, ha sido alejada sistemáticamente por el propio Israel. Cuando el país se mantiene absolutamente al margen del Derecho Internacional, a través de la colonización de Cisjordania, la anexión ilegal de Jerusalén, el muro de apartheid y la negativa permanente al retorno de los refugiados; cuando se violan los derechos humanos de los palestinos mediante la demolición de sus casas, el arrasamiento de sus cultivos, el corte del suministro de agua, las expropiaciones y expulsiones arbitrarias, las detenciones administrativas, sin juicio posterior; cuando se encarcela a niños de hasta 12 años y se les mantiene largo tiempo en prisión; cuando se producen diariamente asesinatos de palestinos por parte del ejército; cuando periódicamente se bombardea a la población civil en Gaza, zona bloqueada desde hace más de 10 años, con miles de víctimas inocentes; cuando se continúa con los “asesinatos selectivos”, que de selectivos no tienen nada, puesto que las víctimas colaterales siempre superan en número a los sospechosos; cuando todo eso sucede, esa tierra paradisíaca para los judíos se convierte al mismo tiempo en el infierno para los palestinos y, en una situación así, resulta imposible que llegue la paz.
Por estas razones, quienes adhieren al sionismo deberían preguntarse si tal estado de cosas es sostenible en el largo plazo, uno o dos siglos al menos, que es realmente la forma en que debe medirse la vida de los pueblos.
Ya existen claros síntomas de que el resto del mundo comienza a darse cuenta, aceleradamente, de las características del monstruo que fuera creado por esa misma comunidad internacional mediante la partición de Palestina en 1947 y de sus nefastas consecuencias para la paz mundial y la del Medio Oriente. Ya son percibidas por el mundo las características de tipo racista, colonialista, de apartheid y de limpieza étnica que Israel es incapaz de ocultar y que nada tienen que envidiar a las del régimen nacionalsocialista que gobernó Alemania entre 1933 y 1945.
Por otra parte, en el largo plazo Israel nada podrá hacer para evitar que el mundo conozca, hasta el más mínimo detalle, el nivel de barbarie que el pueblo palestino ha debido sufrir bajo la opresión del sionismo.
Llegará la época en que se multiplicarán por miles las películas, las obras de teatro, las novelas, los videos, los reportajes, los testimonios de las víctimas, acerca del martirio del pueblo palestino bajo el dominio del sionismo, en forma similar a lo que mediáticamente sucediera respecto de los judíos después del Holocausto. Y para combatirlo, de nada les servirá el poder económico ni la fuerza militar. La verdad no se puede acallar con dinero ni con armas.
Los sionistas tampoco podrán argüir que “no sabían lo que ocurría”, tal como afirmaba la mayoría de los alemanes al término de la II Guerra Mundial. Ellos cuentan con todas las facilidades para recorrer cuando quieran los territorios ocupados. En ese sentido, el sionismo tendrá bastante menos disculpa que aquellos alemanes, ya que en la era del transporte rápido y barato, internet y las redes sociales, dicha explicación no tiene cabida.
Y entonces recordarán a ese molesto e indeseable mensajero, la Federación Palestina de Chile, que denunciaba cada día las atrocidades que en nombre del judaísmo se ejecutaban en Palestina.
Y por cierto, también recordarán a los modernos profetas del judaísmo, personificados en los nuevos historiadores israelíes, quienes han desmitificado el relato sionista sobre la creación de Israel, demostrando que tuvo realmente un carácter inequívoco de limpieza étnica, llevada a cabo mediante la violencia y el terrorismo, y también de colonialismo, características que hasta hoy mantiene Israel. Hay que reconocer eso sí que dichos historiadores han corrido en general mejor suerte que los del Antiguo Testamento, pero igual han debido pagar el precio de la denostación y de ser blanco de la infamante sentencia de “judíos que se odian a sí mismos”.
Tengo la convicción de que nada de lo aquí expuesto logrará modificar el irrestricto apoyo que cada sionista otorga hoy a Israel. Porque cuando se llega a una posición de poder omnímodo como la que hoy ostenta Israel, la soberbia suele venir de la mano, nublando el entendimiento, y esa sensación de poder incontrarrestable hace que se tienda a creer que dicha situación durará para siempre, mirando con desprecio el imperio del Derecho, del cual se estima se puede prescindir cuando se cuenta con una abrumadora fuerza militar. Así lo creyó también Adolf Hitler. Basta leer la historia para predecir lo que ocurrirá.
En todo caso creo que vale la pena hacer estas reflexiones, para reivindicar la labor de la entidad que representa a los más de 300 mil chilenos de origen palestino y, especialmente, para destacar la actitud de disidencia de los cada día más numerosos judíos, que afirman categóricamente que el sionismo no los representa y que se niegan a aceptar que las actuaciones de Israel sean ejecutadas en su nombre, pese a lo que sus gobernantes afirman y pese al precio que ellos deben pagar por su actitud.
Yo diría que lejos de “odiarse a sí mismos”, ellos más bien “se atreven a pensar por sí mismos”. Cuando toda la barbarie israelí haya quedado en el pasado y se haya alcanzado la paz, sólo ellos podrán abrazar con la frente en alto y sin temor a los palestinos y, mirándolos a los ojos, expresarles lo que realmente son para ellos: sus hermanos.
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