El cambio climático no es centralista. Así lo hemos venido comprobando durante los últimos años. En 2015 lo vimos golpear con fuerza en el norte, con inusuales lluvias que literalmente inundaron el desierto y generaron aluviones devastadores que cobraron vidas y dejaron múltiples daños materiales y damnificados.
El verano de 2016 apareció en el sur, gatillando un bloom de algas que sumado a la marea roja provocó una aguda crisis social y económica en Chiloé.
Luego, con una larga sequía de fondo, entre enero y febrero pasado una tormenta de fuego arrasó con casi 500 mil hectáreas desde O’Higgins a La Araucanía, dejando 11 fallecidos, 1.600 casas destruidas y un costo superior a los $17 mil millones por combate de incendios. Y cuando febrero aún no terminaba, una serie de aluviones en la zona precordillerana dejó a millones de personas sin suministro de agua potable en la región Metropolitana.
Ahora, nuevamente, un fuerte temporal de lluvia afectó al norte del país, con consecuencias menos catastróficas que en 2015, pero confirmando que el cambio climático dejó de ser un forastero que se deja caer de vez en cuando, sino que ya es un vecino con el cual tendremos que lidiar en forma permanente.
Por tanto, acelerar las medidas y políticas con que Chile busca hacer frente a este fenómeno se ha vuelto un imperativo que compromete el desarrollo y la vida de diversas comunidades a lo largo del territorio.
Uno de estos puntos es la implementación de un Comité Regional de Cambio Climático (CORECC) en cada región del país, instancia considerada en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PANCC) 2017-2022. Presididos por el intendente y conformados por representantes de servicios públicos y del mundo académico, estos comités son los encargados de coordinar las estrategias y acciones públicas en materia de mitigación y adaptación al cambio climático.
Hasta el momento, solo se han constituido tres de estos comités a nivel nacional, en las regiones de Valparaíso, Tarapacá y Aysén, y en otras, como Los Ríos, se han iniciado los procesos de conformación.
Avanzar más rápido en este tema es crucial, a la luz de la propia forma descentralizada en que estamos sintiendo los efectos del cambio climático, inquietud que también han recogido en el Senado, con la presentación de un proyecto de acuerdo para agilizar la instalación de los CORECC.
Los efectos del cambio climático abarcan diversos puntos de nuestro territorio, por tanto es urgente que se constituyan las estructuras operativas regionales que permitan hacer frente de forma descentralizada a los futuros eventos del clima que nos seguirán afectando. Sobre todo, considerando que los CORECC están facultados para llevar adelante lineamientos y acciones del PANCC, así como del Plan de Adaptación del sector Silvoagropecuario, de Biodiversidad, de Pesca y Acuicultura, además de participar en el diseño de futuros planes sectoriales.
El desafío de Chile, junto con la urgencia, es que el cambio climático pueda ser abordado de forma descentralizada, pero también transversal y coordinada entre los servicios públicos.
A ello debemos sumar el rol clave que debe jugar la sociedad civil, que ya lo hemos visto en términos de reacción frente a los desastres naturales que se han registrado, pero que también tiene mucho que aportar en la adaptación que nos permitirá estar mejor preparados. Los Consejos Consultivos Regionales serán la instancia que recibirá los aportes de la sociedad civil.
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