El despido de Paulina De Allende-Salazar ha provocado muchas disquisiciones, por decirlo suavemente. Algunos comentarios banales disfrazados de pseudo análisis dicen que le pasó lo que le pasó por ejercer un "periodismo activista", trabajar por "intereses políticos", tener "sesgo ideológico", ser "activista de ultraizquierda" o "vocera de los zurdos", como declaró hace unos días la diputada María Luisa Cordero, psiquiatra de la Universidad Católica, otrora panelista de radio y televisión, acusada de entregar licencias fraudulentas y actual parlamentaria. Para rematar, hasta la tildaron de ser "otra Allende que le gusta que la saquen de golpe", como dijo (no sé cómo nombrarlo) Claudio Reyes, entre otros comentarios en contra de la comunicadora y como siempre sacando pecho con el golpe cívico-militar ¿Ustedes se acuerdan de él o estoy muy vieja?
Más allá del cabreo y las frases, los periodistas no somos una especie de hooligans de partidos de izquierda. Encerrar a los periodistas dentro de una categoría siempre ha existido y no es novedad que la derecha chilena se entregue al ruido cuando no ocupa en primera persona el sillón presidencial. Desde hace ya un tiempo esta tradición se ha vestido con los colores del engaño y eso no es tolerable pero no es menos esperable. Lo que sí sé es que no hay autoritarismo en el mundo que no incluya la denostación hacia las y los periodistas.
Desde septiembre, que parece lejanísimo, vivimos tiempos de derechas en que todo es de izquierdas. Se ha organizado un relato que excede a la periodista en cuestión y no son pocos los que expanden la idea proponiendo nuevos nombres para el cadalso. Una nueva lista negra de periodistas que hay que sacar de los medios de comunicación porque son una amenaza, porque generan violencia, porque tienen opinión propia, porque dicen paco o qué se yo. La descalificación a la prensa es un leitmotiv de discursos demagógicos de quienes quieren permear el ambiente para que los periodistas sean estigmatizados en medio de la indiferencia de una opinión pública desinformada. Pero sepan que el periodismo tiene un valor que no es precisamente ponerle al micrófono a cualquier cosa.
El periodismo es el mejor remedio para combatir el derecho a mentir que por estos tiempos creen tener aquellos que alimentan la información errónea y a su vez se alimentan día tras día para empequeñecer la función del periodista a la de un propagandista de izquierda. Eso es notorio. Así son. Esas son las intenciones de algunos ciudadanos con minúscula que viven entre nosotros y que van colmando, gota a gota, el vaso del ya basta ¿De verdad vamos a consentirlo? Piénselo. Y los que no quieren pues no hace falta que se molesten en explicarnos de qué parte están. Eso ya lo sabemos.
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